Marissa estaba tratando arduamente de reprimir las risitas que brotaban en su garganta.
—Es... es solo una camiseta, Rafael —¿cómo podría convencerlo, cuando su propio corazón no estaba convencido?
—Estaba buscándola esta tarde. Tienes un salario suficiente de MSin. Compra tus propias camisetas, mujer —verlo exasperado la hacía encontrarlo más divertido.
—¿Eh? Lo siento. Son más cómodas —ella se encogió de hombros y sacó la lengua.
Él miró detrás de ella y se volvió un poco sombrío. —Hey, Sophie.
Sophie equilibraba cajas de pizza junto con botellas de bebidas sin alcohol. —Hola. ¿Cómo estás, guapo?
—Estoy bien, ¡hermosa! —Rafael guiñó un ojo, enviando un beso volador en dirección a Sophie. Ella gruñó y colocó las cosas en la cama.
—¿Pizza? —le ofreció antes de poner la rebanada en el plato.
—Nah! Ya cené —se rascó la cabeza—. ¡Disfruten ustedes dos!