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DANZAR:

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Todo hombre huele a cadáver.

Wolof Senegal.

El accidente que mata no se anuncia.Sesuto, africa del sur.

La muerte siempre es algo nuevo.

Yarubá, Nigeria.

La muerte es la esquina de la obra del creador que permanece inacabada.Bantú.Los asuntos de un muerto nunca marcharán bien.Sesuto, africa del sur.

El sueño prolongado se convierte en la muerte.

Mandinga/Diola/Fulbe, Guinea

La muerte está en los pliegues de nuestro manto.

Sesuto, africa del sur.No queriendo morir, se ha echo matador.Amhárico, Etiopía.

Quien disfrute que se apure. La vida no dura, la muerte alarga su mano.Kabila, Argelia.

No puedo creer lo que estoy leyendo. ¿Otra vez retrocedemos al día uno? Llevamos dos años en terapia cognitiva. Y cuando te digo que escribas frases que te liberen del dolor sacas de nuevo las penumbras que te aquejan, los fantasmas y pesadillas del pasado Ximena.Ximena, escúchame. Ya han pasado 730 días de ese hecho. Debes cortar los lazos con esa tragedia. Tienes una misión en esta vida que aún desconoces, encuentra tu propósito y lucha por ello. Ya cumpliste 17 años, por alguna razón creo que pronto descubrirás la pieza que tanto buscas para tu ajedrez. Señor Divelson pase adelante. Temo decirle que ya hemos intentado todos los modelos terapéuticos de la psicología postmoderna. Hemos abordado la hipnosis para descubrir el momento crucial que desata los ataques de pánico y mantiene a su hija en una cruenta depresión. Sin embargo, temo decirle que a pesar de ser el psicoanalista más famoso de los E.E.U.U me siento un bebé frente a este caso. Lo único que puedo sugerirle señor Divelson, es que quizás deba considerar volver a Alaska por un tiempo. Quizás el estar en contacto con el lugar donde creció pueda debilitar poco a poco la nitidez del recuerdo. Sé que allí fue donde sucedieron los hechos, pero a veces, la exposición a la fuente traumática de manera regulada, permite al individuo vencer sus temores. Fue todo un gusto. Lamento no haber podido lograr los resultados planteados. Ximena, te devuelvo el libro de tu madre. Divelson me lo entregó para analizar su contenido. ¿Sabías que al final del libro habían dos paginas pegadas? Al parecer la frase favorita de tu madre Rose era: Cuando la música cambia, la danza debe cambiar —un proverbio Jousá—. ¿Sabes lo que significa?Debes danzar, aunque la música en este momento sea más estridente que balada. Es lo que tu madre Rose hubiese querido. Estará orgullosa en el momento en que dejes de estar tan congelada y comiences a moverte. Porque tienes una misión que aun desconoces, la única forma de encontrarla es moviéndote. Feliz tarde.Había permanecido enmudecida durante toda la terapia hasta que el psicoterapeuta pronunció la última frase. Eso, realmente me tocó el alma. Cogí el libro entre mis manos, fui hasta la última página y sí, allí estaba. Con letra de mi madre y las huellas de sus labios, firmó la página con un beso en labial rojo típico de ella cuando se identificaba con algo. Danzar, danzar, danzar... me dio vueltas la idea en los sesos. Me levanté y al cruzar la puerta, por primera vez en mucho tiempo hablé para decir: GRACIAS.¿Qué escuché? ¿acaso hablaste? —muero de felicidad dijo Divelson. Solo lo miré de reojo con la profundidad de mis ojeras, que daban más miedo que una película de terror. Prefería estar con Gilbert —pensé. Seguí caminando detrás de Divelson, a salir del pasillo estaba la puerta de salida. Melina nos estaba esperando, una madrasta jovencita de cabello rubio y ojos grises, con un enorme espacio en el entrecejo, tan grande que cabría todo el condado Malheur allí y sobraría espacio. De frente prominente, como si se hubiera caído recientemente y tuviera un chichón. No se como Divelson, se fijó en esa mujer. No solo eso, es engreída y ridículamente idiota. En una oportunidad me llevó a la casa de sus padres y me quería hacer comer por la fuerza unas galletas que parecían estar hechas con comida para gatos. Como tiré las galletas al piso y llamé a los gatos. Se ofendió demasiado, porque a su parecer la comida de su gordiflona madre era la mejor del mundo. Quiso golpearme, y ahí fue cuando le dije: «Ni me toques, no sabes de lo que soy capaz». Ella simulaba querer ayudarme, pero ese deseo era una completa farsa. Un día la escuché a las 3:00 am de la madrugada hablando por teléfono diciendo algo así: «éramos felices, hasta que llegó esa mugrienta niña. Odio no poder darle un hijo. Buscaré en un futuro deshacerme de ese estorbo». Al final, escapé de esa casa. Duré 36 horas fuera, volví caminando sola. Desde entonces, solo salí a las sesiones con el Dr. Arnold.Al abrir la puerta del auto, le regalo a Melina una desventurada mirada con ojeras asesinas. Rápidamente agacha la mirada. Coloco mi cabeza en el vidrio y miro la ciudad mientras el auto comienza a andar. Divelson habla de los negocios con ella, están demasiado entretenidos como para que hablen de Ximena Suckling o sea yo. .. Mientras tanto mi mente se abre como las alas de un águila en su vuelo. Volver a Alaska ¿eh?...Siento como eclosionan sentimientos sobre mi pecho, salen como larvas de su crisálida. En Alaska estaba todo lo que hace mucho tiempo atrás me hizo feliz, pero también una efervescente tristeza me aguardará cuando apenas toque su suelo. En algún lugar de Alaska quizás esté Marcus Gymbernat —el chico con el que solía escaparme a las carreras de lobos. En algún lugar de Alaska quizás esté mi frío corazón bajo el hielo. Sin saber ese comentario negro que me hizo Gilberth aquella tarde ( el de romper el hielo, lanzarme al agua y cubrirme con el pedazo de hielo) se hizo realidad. Es como si estuviera en una gran profundidad sumergida en el dolor, en las inseguridades, en la miseria que deja la vida cuando te arranca todo de un golpe y sin anestesia. Bajaremos un momento Ximena —dice Divelson. Solo lo miro. Se bajan los dos del Mercedes Benz al mismo tiempo, justo afuera el edificio de Gigant Bear. Una gran marca de ropa de la cual mi padre es propietario. Me inquieta la espera. Abro la puerta. Y bajo del vehículo. Doy 15 pasos hacia el lado derecho del edificio, ni en juego me dirijo hacia la puerta —odio que me llamen Heredera Ximena Suckling. Vislumbro mi imagen en mucho tiempo. Dos años sin verme en un espejo. Sí que estuve dormida. Mis greñas amarillas parecen las mechas quemadas de una vela. Mis cejas lucen pobladas, mis facciones demasiadas demacradas. Juro que si no hubiese pasado encerrada 730 días, creería que contraje tuberculosis. ¿Mis ojos? ¿Cómo eran mis ojos? Había olvidado su color, los haces amarillos entrecruzados sobre mi iris. ¡Wow!, ahora recuerdo por qué era la electrolisis del instituto. Hasta ahí todo perfecto y desperfecto. Aún conservo algunos ganchos de chica guapa a pesar de mi apariencia anoréxica. Sigo caminando mas hacía el espejo. Llevo una chaqueta negra XL, demasiado grande. Llegaba hasta mis rodillas. Sin short debajo de ella ni ropa interior. Y ahí estaba descubierta mi prótesis derecha, traída de Japón con la mejor bioingenería. Camino con donaire, a pesar de nunca haber ido a las terapias. Necesito un cambio —pienso. Se trata de danzar la música nueva que te pongan Ximena ¿no?Sí autocontesto. Eso querría mi madre.❊❊❊❊❊❊❊❊❊❊❊❊❊❊❊❊❊❊❊❊❊֍❊❊❊❊❊❊❊❊❊❊❊❊❊❊❊❊❊❊❊❊❊¡Ximena! ¡Ximena! ¡sr. Suckling! ¡sr. Suckling !Diablos lo hizo otra vez. Debí dejar un guardaespaldas en el auto — exclama Divelson. Busquen en las cámaras de seguridad. Dos de sus guardaespaldas más confidentes están paralizados frente a la ira de mi padre. ¡Rápido! ¿Qué esperan gusanos? Vayan y comprueben las cámaras de seguridad.No, no hace falta. Aquí estoy grité desde un banquillo del otro lado de la calle. Supongo que la transitada calle, ocultó mi presencia. Ximena por favor, no me asustes — con suma calma y cariño musitó Divelson, abrazándome. ¿Podríamos ir a algún salón de belleza? —pregunté. En estado de extrañeza y alegría Divelson dijo: ¡Claro lo que tú quieras! Vamos. Vamos. Me monté en el auto, Melina se quedó en Gigant Bear. Conduciría mi padre.— Sabes hija, sé que soy en este momento un recién aparecido en tu vida—Divelson hablaba con cierta nostalgia—. No te conocí hasta los 15 años de edad. Pero eso no significa, que tu padre no te ame. Juro por todo el árbol genealógico de la familia Suckling. Que jamás supe donde te llevó tu madre y que te dijo ella de mí. — Señor Divelson, agradezco su hospitalidad. No recuerdo elegir irme con usted. ¿Acaso nadie de la familia de mi madre llegó aquella noche a buscarme en el hospital?—Simplemente no les importas hija —lo dijo con soltura y esa soltura me escalofrió la piel—.—¿Cómo supiste de mí? aquella noche escuché a un médico decir que no debían darme de alta, porque había sufrido un shock hipovolémico y debían transfundirme sangre.—Las corazonadas no son solo de las madres Ximena —fijó su mirada en mis pupilas—. Sentí que parte de mí estaba en Alaska. Viajé en un parpadeo a Grand Wood, al llegar, la noticia llegó a mis oídos. Al parecer... Y con respecto a esa decisión de sacarte del hospital, llevé a mis propios médicos en un helicóptero.— ¿Al parecer qué? Dime.— Tú sabes, al parecer tu madre y ... —hizo silencio de nuevo—. Sabía que esto me daba dolor.—Sí, fuimos atacados por un Oso raro y extraño —cerré los ojos y vi al animal en mi mente—. Hizo papilla mi pierna. Respóndeme con sinceridad ¿Quién me llevó al hospital? Esa cabaña estaba a una hora y media del asentamiento más cercano. Sin más vecinos que los árboles y las oquedades de la noche del bosque. ¿Stuart que fue de él? me desmayé y no recuerdo nada.—No puedo responderte nada más, porque no conozco las respuestas —Divelson se arqueó de hombros y cambió el tono de voz—. Agradece estar viva. Agradece. Eres un caso particular.— Si quieres que te llame padre, deberías hablarme como se le habla a una chica de 17 años. Sin trabalenguas y sin aire nihilista. — ¡Ah!, llegamos Ximena. Aparquemos y entremos.Sentí que Divelson, sabía más de lo que me estaba contando. Ese 6to sentido que tenemos todos apuntó hacía el lado de la sospecha. Todo era muy peculiar, un día estaba con mi madre, Gilbert y mi hermano. Sucede el accidente y 12 horas después aparezco en un quirófano de un hospital de Manhattan. Luego en una mansión de 8 millones de dólares. Y frente a mí, el padre que nunca había conocido y quise conocer. Estoy envuelta en un misterio que amenaza con devolverme a ese estado de obnubilación emocional. Voy a seguir el consejo del Dr. Arnold, viajaré a Alaska. Retomaré el instituto y si el destino quiere, me encontraré con Marcus. Y en el camino encontraré las respuestas que busco.Me bajo del vehículo, detengo los pensamientos reflexivos, y entro al salón de belleza. ¿Qué quieres niña?— me pregunta un hombre con cabello rosa—. Algo nuevo, que me permita olvidar el pasado y que vaya bien con mi nueva manera de danzar.


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