Los ninjas restantes debieron de haber llegado poco después de que transcurrieran los cinco minutos desde que presenciaron aquel fenómeno en el cielo desprovisto de estrellas.
La principal razón del descubrimiento temprano de Konoha de las presencias que se enfrentarían en las afueras de la barrera era la misma incógnita que intrigaba a los individuos del pasado.
Lo que sea que haya causado esa explosión estrellada y brillante en el cielo, que con una onda expansiva arrasó las nubes de los continentes en cuestión de segundos, trajo consigo una perturbación en la energía basada en el chakra.
En otras palabras, la onda expansiva desplazó el chakra que encontró en su camino. Esto incluía sellos, barreras y la energía vital de los propios seres humanos. La fuerza de lo desconocido que se había liberado parecía apuntar hacia algo mucho más complejo que un desastre natural.
Este suceso explosivo fracturó la barrera que protegía a Konoha desde su raíz. Casi como una gelatina, la barrera se vio envuelta en el empuje masivo y se entrelazó con cualquier rastro de existencia cercano, incluyendo a ellos.
Aunque no podían confirmarlo en sus circunstancias actuales, estaban seguros de que este fenómeno habría dado a Konoha una pista sobre el paradero de los miembros de Akatsuki que buscaban poner en peligro el bienestar de su gente. Incluso con solo unos pocos minutos, Ro no creía que necesitaran más para darse cuenta de que Hinoko y él estaban junto con Akatsuki.
La barrera estaba en un caos total, y Hinoko podía sentir cómo parecía tambalearse hacia ellos. No le sorprendería que incluso los ninjas de la aldea llegaran antes.
Sin embargo, dadas sus circunstancias actuales, recibir apoyo de Konoha no les beneficiaba en absoluto.
En este momento, todo el trabajo de casi una semana, aproximadamente unos ocho o nueve días desde su llegada al pasado, se había desvanecido como las partículas de jabón de una burbuja explotada.
Quizás hubiera sido posible despistar a los dos miembros de Akatsuki con la llegada de ninjas de Konoha. Después de todo, uno de ellos había reconocido las máscaras de Ro y Hinoko como las de los Anbu de Konoha. Si lograban alejarse con Himawari incluso antes de la llegada de los ninjas, podrían ganar tiempo para idear otra estrategia y evitar ser descubiertos tan pronto.
Pero tenían sus razones para no llevar a cabo ese movimiento tan arriesgado.
La principal razón eran Kakkei Sumire y los niños.
La barrera estaba en caos, lo que significaba que sería evidente que los chakras de los Anbu habían sido detectados. Incluso si se alejaban de Konoha por un tiempo, serían reconocidos si regresaban para discutir las cosas con Sumire (quien por nada del mundo tenía que salir de Konoha, por órdenes de Shikamaru).
Si los descubrían en ese punto y al mismo tiempo descubrían la verdad sobre Sumire, perderían credibilidad y serían tomados como una amenaza.
Ro se había tomado las palabras de Hinoko muy en serio.
Alguien cercano a la Hokage está filtrando información. Es posible que la misma Hokage no esté completamente al tanto de la realidad y podría actuar precipitadamente, incluso ejecutándolos aquí mismo.
Tenían que jugar sus cartas con astucia. A veces, la inacción y dejarse vencer era una estrategia poderosa para derrocar a aquellos que se consideran invencibles por poseer información valiosa.
— Salir de aquí parece ser una desventaja ahora. — Reflexiona Ro para sí mismo, mientras Hinoko protege a la pequeña Uzumaki. El hombre, de gran altura y complexión, analiza a la pareja de Akatsuki bajo su máscara Anbu. — Podrían seguirnos y empeorar las cosas... o, en el peor de los casos, podríamos desencadenar un enfrentamiento innecesario mientras Konoha llega. No podemos pelear, eso es un tabú.
Aunque no era evidente para los presentes, Hinoko y Ro intercambian miradas significativas bajo sus máscaras.
Su principal motivo para evitar el combate era el tabú que habían discutido en su escondite, y que Hinoko había insistido en explicar a Sumire y a los niños.
No debían entrometerse en los problemas del pasado si no había una interferencia directa del futuro. Aunque el efecto mariposa podría afectar a las personas de manera impredecible, no podían involucrarse, ni siquiera ahora que Akatsuki planeaba un ataque sorpresivo.
No era necesario preguntar quiénes eran ni cuáles eran sus intenciones al aparecer desde las sombras.
Solo el pensamiento de esa respuesta hizo que Hinoko instintivamente llevara su mano hacia atrás, como buscando proteger a Himawari por cualquier medio necesario.
La pregunta sobre por qué la niña estaba fuera de los límites discutidos persistía, pero no era relevante en ese momento.
La amenaza estaba frente a ellos, lista para atacar. Sin embargo, en lugar de responder preguntas o intercambiar golpes, prolongaban el enfrentamiento con miradas desafiantes. Por eso, Hinoko falló intencionalmente su primer disparo de chakra cuando Himawari fue liberada.
La derrota de Akatsuki dependía del pasado, no del futuro.
Era frustrante para Hinoko limitarse a simplemente ahuyentar a personas tan peligrosas en lugar de enfrentarlas directamente. Pero incluso asesinos de nivel sicario estaban sujetos a sus estrictos límites en el pasado. Esto los obligaba a no causarles daño.
Es decir, cuanto más "importantes" fueran los enemigos del pasado, más debían protegerlos.
Hinoko y Ro tenían más de dieciséis años, por lo que sus acciones tenían consecuencias. A diferencia de Sumire, cuyas olas de cambio eran como las de una piscina, las suyas, como adultos del futuro, eran como las de un vasto océano. Cualquier daño causado por ellos repercutiría en otros.
Aunque muchos disfrutarían de ese poder, ser del futuro significaba tener ventaja en este juego cósmico. Sin embargo, los Anbu no podían permitirse el lujo de vivir bañados en la sangre de inocentes.
Ante la advertencia de Himawari, Hinoko retrocedió otro paso con ella, mientras Ro avanzaba solo uno, manteniéndose atento al hombre de la guadaña. Este dejó caer la punta de su arma al suelo, levantando una nube de polvo y tierra. La pesadez y el poder de su arma eran evidentes, y Himawari no podía apartar la mirada del filo del metal, como si pudiera ver la sangre derramada sobre él.
— Están buscando pelea. — Murmuró Ro en voz apenas audible bajo las penetrantes miradas de los Akatsuki. —
— No se molestaron en ser cautelosos. — Agregó Hinoko, su voz llena de frustración. —
Ella se dirigió a Ro, esperando que su inoportuna muletilla no hubiera revelado demasiado pronto su estado de ánimo. Aunque Ro no la reprendió, notando cómo protegía a la hija del Séptimo Hokage.
— ¿Sabes algo sobre ellos? — Preguntó Hinoko. —
— Lo suficiente como para saber que no es buena idea enfrentarlos. — Respondió Ro en un susurro urgente. — Esto es muy peligroso... enfrentarse a ellos no es un juego.
— ¿En qué sentido? — Preguntó Hinoko, esperando obtener alguna respuesta sobre su imposibilidad de intervenir en problemas del pasado. —
Ro se puso firme mientras analizaba en voz alta. Quería que Hinoko y Himawari lo escucharan claramente.
— El de la guadaña es un ninja que proviene de la aldea de las Aguas Termales. — Comenzó Ro. — ¿No lo recuerdas? No mucho antes de que Shikamaru-san se convirtiera en el rostro del séptimo, vimos a alguien con características similares.
La revelación no sorprendió a Hinoko, pero se tomó un momento para observar al hombre mencionado por Ro y desenterrar los recuerdos asociados con él. Solo le tomó unos segundos darse cuenta de quién era.
— El demente que fue derrotado por la alumna de Shikamaru. Esa persona es su inspiración. — Aclaró Ro con un tono sabio en su voz. —
— Ese viejo. — Murmuró Himawari, confundida por las palabras de Hinoko. Aunque entendía la mayor parte de la conversación, el nombre de Akatsuki aún era un misterio para ella. — Incluso muerto, sigue causando problemas.
— La ironía es simplemente graciosa. — Dijo Ro, como si recuperara su aparente ignorancia. — No podemos enfrentarlos. Eso solo nos pondría en peligro.
— Ya que estamos en problemas de todos modos, Ya sabes. — Respondió Hinoko con resignación, utilizando su muletilla característica. —
— ¡Charlatanes! — Gritó Hidan desde el otro lado de la carretera de piedra, hacia una de las cuatro puertas de la aldea. — ¿Ya terminaron de planear su estrategia? ¡Me estoy quedando dormido esperando que empiecen de una vez!
El grito sacudió los nervios de Himawari. La niña de cabello lavanda separó los pies, preparándose para correr o defenderse si era necesario, aunque vacilaba. Había algo en esos hombres que la perturbaba profundamente; algo que nunca había experimentado antes. Nunca antes se había enfrentado a personas con ese nivel de maldad, y sentía cómo chocaba con el bien que debía imperar en el mundo.
Una sed de sangre parecía emanar de esos dos hombres. Incluso sin el Byakugan, Himawari podía sentir la densidad del chakra que los rodeaba, así como su insaciable deseo de matar. Era testigo de esas ansias, y sabía que ninguna persona que no supiera enfrentarlos estaría a salvo de convertirse en otra víctima de la pareja demente de Akatsuki.
El silencio de Kakuzu fue percibido como una amenaza. Su mirada intensa estaba fija en ellos, escudriñando cada detalle de sus ropas y hasta las mínimas cicatrices en sus cuerpos. La atmósfera se volvió opresiva, como si estuvieran atrapados en un aura de terror emanada por el ninja tétrico.
— Ya es suficiente. — Resonó la voz de Kakuzu, y pareció que la tierra misma temblaba con su presencia. —
Su tono era como el susurro del infierno, envolviéndolos en un remolino de sangre derramada. Aunque aún no había hecho ningún movimiento, el pavor se apoderaba de Himawari hasta la médula. Sentía el frío helado de la muerte acercándose, pero estaba tan paralizada por el miedo que apenas podía moverse.
Cuando Kakuzu dio un solo paso hacia adelante, Himawari retrocedió instintivamente, aferrándose con más fuerza a la cintura de Hinoko. Pero lo que sucedió a continuación fue demasiado rápido para que una estudiante de la Academia como ella pudiera entenderlo completamente. Primero vio una lluvia de kunais, luego escuchó un estallido y los insultos del hombre religioso, y de repente todo se volvió borroso cuando el mundo comenzó a dar vueltas.
Cuando la confusión se disipó, Himawari se encontró en los brazos de Hinoko, sostenida como una princesa mientras sus pies y brazos se balanceaban en el aire sobre una rama de árbol. Ro se colocó a su lado, asegurándose de no alejarse demasiado de ambas. Aunque el peligro todavía acechaba a su alrededor, al menos se sentía un poco más segura en los brazos de Hinoko.
La situación se tornaba más sombría con cada ninja que se unía a la escena, como si estuvieran siendo ahogados por una densa niebla de gas lacrimógeno. A pesar de la presencia abrumadora de al menos cinco o incluso diez ninjas más, el líder principal parecía no necesitar su ayuda. De hecho, los otros chunin de Konoha presentes parecían más bien ser un apoyo distante, con la orden estricta de no intervenir.
Con la máscara de Hinoko casi rozando su mejilla, Himawari se esforzaba por mantener la calma y observar la situación con precisión y serenidad. Sin embargo, sus nervios se encontraban en su punto máximo, y sus pensamientos se enredaban unos con otros.
Shinobis de Konoha... Ninjas de la aldea.
No deberían verlos, no deberían saber de la existencia de Himawari y los Anbu. Pero ella había sido descuidada. Los había arrastrado a un problema que no les correspondía, y aunque no entendía completamente la situación, sabía que los dos Anbu tenían sus razones para no huir con ella en ese momento.
Eso los dejaba con la difícil opción de quedarse donde estaban, a plena vista de todos, y enfrentar las consecuencias como los adultos que eran. Debían formular un plan rápido para proteger a Sumire. Todo era culpa suya. Por querer ser útil por sí misma, por no haber pensado con claridad antes de aventurarse sin pensar en la posibilidad de ser atacada en las afueras de Konoha.
Esos dos hombres no eran un juego, y Himawari lo supo desde el momento en que mencionaron a su padre.
Ni Ro-san ni Hinoko-san necesitaban sentarla y explicarle las cosas. Himawari, si bien no sabía exactamente quiénes eran, conocía tanto el paradero como la identidad del Nueve Colas. Cualquiera dudaría si supieran que ella conocía perfectamente al joven que lo resguardaba de manera involuntaria. Pero esta era solo una verdad a medias. Ella había vivido toda su infancia con esa bestia y el hombre que la protegía.
Kurama; el Zorro de las Nueve Colas. Y Uzumaki Naruto; el séptimo Hokage, su padre. Esos hombres lo buscaban a él. Planeaban entrar por la fuerza para llevárselo. Su padre, ¿cuántos años tendría ahora? Sea cual sea la edad, Himawari estaba segura de que su padre era ahora un niño. Y no fue hasta ahora que se detuvo a pensar en eso; el paradero de sus padres, su familia. Aquello era otra razón para sentirse aún más desgraciada.
Había cometido un error, y no solo había expuesto a Hinoko y Ro. También había puesto en peligro la vida de sus seres queridos, quienes ahora ni siquiera pensarían en tener algo que ver con ellos. Había sido una desconsiderada sin igual. ¿Quién en su sano juicio perdería ante una niña que esconde comida en el bosque?
Ahora, Hinoko y Ro, dos Anbu de renombre, se mantenían ocultos con ella en un árbol, observando la situación que se desarrollaba por su intromisión, sin la más mínima intención de entrometerse ellos también.
Sin embargo, Himawari pudo percibir una cosa. Y hacerlo no la hizo retractarse de sus pensamientos anteriores.
Himawari sabía por sus padres y los profesores de la Academia que ser un Anbu era bastante duro. Eso los obligaba a ser fuertes y a arriesgar la vida al máximo. Incluso se decía que era peor que ser un Ninja, porque como Anbu no te llevas el crédito que te corresponde, y de tu muerte solo te recordarán aquellos que conocían tu verdadera ocupación. La identidad de un Anbu se consideraba un tabú, incluso para su padre, quien siempre la distraía con juegos o temas divertidos cuando ella preguntaba al respecto.
Por lo tanto, sentir tensa a Hinoko mientras la rodeaba con sus brazos no hizo más que perturbarla aún más. Su espalda se apoyaba medio en el regazo de Hinoko, pero esta estaba más atenta a los eventos que se desarrollaban en tierra. Ro, por su lado, no estaba indiferente. Incluso parecía más decidido a no retroceder.
Retroceder no era una opción. Si ponían resistencia, podrían matarlos a todos. Pero si escapaban, la mancha ya estaría hecha y sería casi imposible que confiaran en ellos en el futuro.
Allí, Himawari se percató de algo. Una verdad que, aunque ella no lo sabía, la misma Sumire desconocía por completo. Los mismos Anbu, Hinoko y Ro, estaban esperando el momento adecuado para revelar ese secreto. La falta de disposición de los Anbu para retroceder, pero su negativa a luchar al ver quién lideraba a los Ninjas de Konoha, le dio a Himawari una pista de lo que podría estar pasando por la mente de los Anbu.
La persona en cuestión no era nada menos que un hombre. Pero incluso decirlo así, "solo un hombre", podría llevar a Himawari al borde de la locura si hubiera visto las hazañas que había escuchado sobre aquel individuo. Su cabello blanco en puntas parecía más bien plateado bajo la luz de una luna ya dormida. Su chaleco Chunin definitivamente era muy diferente a lo que Himawari recordaba. Estaba más armado, y esta vez, pudo discernir en la oscuridad la diadema de Konoha con su metal titilante.
La máscara cubría su ojo izquierdo, y una sombra casi tan oscura como las sombras ocultaba todo lo que tenía que ver con su nariz hasta su cuello. La vista de la niña pareció iluminarse en esos milisegundos, suficientes para reconocer solo esa figura desde sus espaldas.
Casi de inmediato, Ro pasó un brazo por el frente de Hinoko y cubrió la boca de Himawari con su mano. Hinoko vio esto como algo imposible, considerando que llevaba a Himawari en brazos y apenas podía pensar con claridad. Ro, a diferencia de sus acciones recientes, parecía querer mantener el control de la situación por el bien de ambas. Ni siquiera parecía preocuparse por sí mismo.
La voz de Himawari quedó amortiguada por la mano de Ro. Era lo suficientemente grande como para cubrirle toda la cara o incluso sujetarla por la cabeza. Sin embargo, Ro fue firme en su deber como adulto y protector: jamás usaría tal fuerza cuando alguien vulnerable como Himawari estaba en sus manos. A pesar de que su boca estaba tapada, ella percibió un tumulto de emociones inconscientes, pero con el mismo objetivo: proteger y cumplir.
Sin embargo, esas emociones estaban teñidas de miedo, impotencia y una inquebrantable determinación.
Ahora se encontraban entre la espada y la pared. No podían hacer nada, porque Himawari estaba aquí. Ella decidió verlo de otra manera, ahora que había reconocido a la persona que se ocultaba tras la máscara y vestía orgullosamente el uniforme de Konoha.
Ro y Hinoko, dos Anbu con el objetivo de proteger a Konoha, no eran ni la mitad de fuertes que el mismísimo Hatake Kakashi. Por lo tanto, evitar ganárselo como un enemigo era más bien un movimiento muy inteligente.
Kakashi ya no era Hokage; no tenía el poder para hacer lo que quería. Himawari había escuchado de su propio padre que ni siquiera el Hokage gozaba de la libertad de hacer lo que quería, lo que implicaba que el poder de Kakashi no era realmente suyo. Terminaría siendo utilizado por alguien con mucho más poder, ya fuera la Hokage actual o quienquiera que ocupara su puesto si el efecto mariposa jugaba en su contra.
No querían causar más revuelo. Era mejor dejar que las pequeñas olas se apaciguaran, aunque eso pudiera hacer que los miraran por encima del hombro o, en el peor de los casos, como enemigos a eliminar de raíz.
Un resoplido divertido se escuchó cerca del centro de atención de las tres personas del futuro. Aunque Kakashi no podía competir con Kakuzu en estatura y tenebrosidad física, Himawari podía decir sin vergüenza que el Kakashi actual imponía una fuerza muy diferente a la que recordaba. No necesitaba una daga para demostrar que podía cortar algo vivo por la mitad, ni tampoco necesitaba empujar al contrincante para sacar alguna reacción de él, como si jugara con un ratón.
Kakashi era incomparable. Aunque muchos compañeros de su clase decían que su padre podría derrotarlo en una batalla seria, su padre siempre decía que Kakashi siempre sería Kakashi.
Ahora podía entender a qué se refería.
— ¿Hatake Kakashi del Sharingan, verdad? Qué grata sorpresa la nuestra.
— Reconocerme en un instante casi parece un cumplido.
— ¿Es así? Entonces no has tenido la oportunidad de enfrentarte a un buen contrincante. Es demasiado fácil ganarse el respeto de los débiles si solo vences a simples enclenques.
Kakuzu intercambió esas palabras con Kakashi-san de manera cuidadosa. A pesar de haber tomado a Himawari sin cuidado alguno y con la intención de matarla sin cuestionamientos, mostraba cierta cautela frente a un ninja que, a simple vista, podría ser vencido con una buena estrategia y el uso adecuado de técnicas.
Incluso Hidan se abstuvo de hacer el primer movimiento. Himawari decidió dejar de lado su preocupación por ser vista por los otros ninjas y confiar ese deber a los Anbu que la cuidaban. Ahora mismo, no quería perderse ninguna interacción entre los dos dementes y el que algún día sería el Sexto Hokage.
No todos los días podía ver al mismísimo Kakashi Hatake en acción, y tenía curiosidad por saber por qué todos temían tenerlo como enemigo. Incluso Hinoko-san y Ro-san, quienes sirvieron a dicho Hokage con lealtad hasta su retiro, estaban inmóviles bajo sus máscaras, observando y escuchando atentamente la interacción.
Kakashi no parecía estar listo para luchar, pero Himawari no lo diría con libertad. Ella misma había visto a su padre pelear seriamente, y en esa ocasión, tanto sus dos hermanos como ella se encontraban lo suficientemente cerca como para estar en medio de los ataques de su padre. Viendo la manera recta y casi simple en la que se paraba, supuso que incluso el Kakashi-san de ahora no buscaba involucrar a los compañeros que lo seguían.
No adoptaba una posición de lucha para no llamar la atención del enemigo. Por más pequeña que fuera la brecha, no le gustaba darle pistas sobre sus intenciones. Todo para que, en caso de atacar o defenderse, sus compañeros no se vieran involucrados.
El corazón de Himawari dio un salto. Una sensación tristemente nostálgica al ver la espalda de Kakashi-sensei... había aparecido.
— Jamás olvido los números altos; En mi vida me olvidaría de ti, Kakashi del Sharingan. — Dijo Kakuzu con un toque de ironía. —
— Así que así son las cosas. — Señaló Kakashi en voz baja, su entrecejo fruncido. La voz que lo caracterizaba ya no estaba presente en los recuerdos de Himawari. En su lugar, la serenidad y la alerta vislumbraban su misma presencia. — ¿Se puede saber qué están haciendo aquí? ¡Dudo que hayan venido solamente por mi cabeza!
Kakuzu, mientras era observado por un despreocupado Hidan, soltó algo parecido a una risita. Aunque Himawari no creía que aquel hombre fuera capaz de reír.
— En lo que a mí concierne... — Dijo Kakuzu. — tanto tú como cualquier ninja con cabeza saben la razón por la que estamos aquí, ¿verdad? No me gusta malgastar saliva en explicaciones que no valen la pena.
El peliblanco, aún sereno, pareció tensarse por un momento al escuchar esas palabras. Si bien era cierto que muchos, si no todos, sabían el verdadero motivo de la visita inesperada, solo un par de personas eran realmente cercanas al individuo que protagonizaba ese "por qué": Uzumaki Naruto, el Jinchūriki del Nueve Colas.
Después de rendirse en encontrar algún rastro de nerviosismo en las máscaras de los Anbu, Himawari solo pudo tensarse más en su lugar en los brazos de Hinoko. Observando con atención a Kakashi, casi asomando por completo su cabeza, ella misma parecía sudar ante el pensamiento.
— Así que no estaba equivocada. Ellos vienen por mi papá.
El sonido del metal chocando entre sí fue como una alerta para todos los presentes. Aunque no fue siquiera un ataque, el movimiento solo hizo que Hinoko y Ro se apegaran más, y Himawari, por instinto, se abrazara más a Hinoko.
Hidan había levantado su guadaña del suelo y la descansaba en su hombro mientras la sostenía con una de sus manos. El hombre religioso no mostraba ni una pizca de temor o ansiedad. Parecía como si la lucha ya estuviera en su sangre; una actividad cotidiana a la que se había acostumbrado. Solo ver su despreocupación hizo que Himawari sintiera náuseas.
Así que realmente existían personas así. Incluso cuando Papá y los demás estaban vivos, seguían existiendo, y no podían con todos. El odio y las ganas de luchar no se adaptaban a los tiempos; seguían existiendo.
Pero Hidan era solo uno. Ese hombre le provocaba a Himawari un escalofrío cada vez que sus ojos chocaban con él. Si bien había perdido todo su interés aparentemente, no podía confiarse demasiado. A estas alturas, se podía esperar cualquier cosa de un loco.
— ¿Y bien? — Hidan manifestó en un tono completamente despreocupado. Hasta parecía cansado por la interacción de su compañero con Kakashi. — ¿Vas a quitarte del camino para que podamos llevarnos de una vez a ese maldito Jinchūriki, o vas a quedarte ahí como un mero idiota? ¡¿Uh?!
A Kakashi no le simpatizaron para nada esas afirmaciones. Después de todo, él no era del tipo que cedía con facilidad ante un enemigo. Mucho menos si éste era fuerte. Kakashi miró a ambos miembros de Akatsuki con la atención dividida. Los analizaba en silencio, tan quieto como si las vidas de sus camaradas dependieran de ello.
Sabía sus nombres. Los había escuchado de Tsunade-sama, poco después de que el buen Asuma muriera. Shikamaru, su dolido pupilo, había escrito él mismo el reporte de la misión fallida, y detalló a los dos hombres que tuvieron que ver con el asesinato de Sarutobi.
A juzgar por las características y personalidades, el que anda medio desnudo es Hidan, y el de la boca cubierta es Kakuzu. Hidan tenía la cabeza cosida a su cuerpo gracias a su compañero, porque Asuma había logrado arrancársela de una cortada de sus cuchillas. Mientras que, por su parte, Kakuzu parecía más interesado en el dinero y el valor que tenían las personas a las que se enfrentaba.
Asuma había muerto cerca de un punto de intercambio, donde se recompensaba a aquellos que lograban eliminar a personas poderosas, entre las cuales se encontraba un viejo compañero de Asuma, quien había sido una de las últimas recompensas reclamadas. Y Kakuzu era el responsable de esa reclamación. Él era quien se encargaba de ese tipo de trabajos. Y tener a alguien tan demente como Hidan era doblemente beneficioso para él, pues no tenía que exponer sus propias habilidades, y además, Hidan era inmortal.
Por el momento, Kakashi sabía muy poco sobre las habilidades de Kakuzu. Shikamaru solo fue testigo de un par de ellas y fue vencido por el cansancio antes de poder entenderlas completamente.
Entonces, un sentimiento pareció apoderarse del aura de Kakashi. Y al parecer, solo Himawari fue capaz de discernirlo a simple vista, incluso sin el Byakugan. La mera mención de "llevarse" a Naruto pareció tocar alguna fibra sensible en él. Como si solo la idea de verlos entrar por las puertas de la aldea hiciera que su cabello, ya lo suficientemente parecido a los alambres, se erizara aún más por la rabia interna.
El miedo que se generó entre sus compañeros shinobi fue espontáneo. Nadie quería acercarse a él, aunque claramente la intención de matar no estaba dirigida exclusivamente a ellos. Kakashi era el maestro de Naruto, después de todo, y su deber era protegerlo con su vida. ¿Quizás estaba usando el rol de Naruto como genin como una excusa para protegerlo?
Quizás ese fuera el caso, pero eso no importaba ahora. Ni siquiera los altos mandos, quienes detestaban la libertad de Naruto, permitirían que el chico fuera llevado a la fuerza por Akatsuki. Y tampoco ese niño permitiría ser protegido por sus camaradas, lo que obligaría a dos bandos a luchar entre sí dentro de los muros de la aldea.
Kakashi creía poder poner fin a esto antes de que siquiera comenzara ese enfrentamiento. Solo esperaba que la información sobre la presencia de Akatsuki en Konoha no llegara a oídos de Naruto.
Antes de que Himawari pudiera darse cuenta, Hidan no dudó en lanzarse en dirección a Hatake Kakashi. La guadaña silbaba en el aire cada vez que era movida violentamente en todas direcciones, buscando atrapar al enmascarado en un corte limpio. La manera en que Hidan manipulaba el arma dejaba entrever su larga experiencia en matar.
Su expresión era más de burla mientras Kakashi esquivaba el arma, agachándose o saltando. Hidan insistía, sin mostrar miedo a ser lastimado en el enfrentamiento. No sudaba al acercarse lo suficiente a Kakashi, y cada vez que veía la oportunidad, reajustaba rápidamente la guadaña en sus manos y volvía a cortar el aire.
Tan solo ese breve enfrentamiento fue suficiente para que una lluvia de kunais impactara limpiamente en el suelo. Ro tomó a Hinoko por los hombros, mientras esta seguía cargando a Himawari en brazos.
— ¡Salta! — Exclamó Ro. —
Hinoko no dudó en seguir la advertencia de su compañero, y retrocedió junto con él y la niña Uzumaki cuando se desató una detonación que empujó el aire lo suficiente como para hacer volar a una persona y dejar en mal estado a los árboles cercanos. Una cortina de humo envolvió la carretera, obligando a Hidan a detener sus ataques por instinto.
— ¡Estoy bien! — Respondió su compañero desde el otro lado de la cortina de humo. — ¡No bajes la guardia, Hidan!
— ¿Qué crees que soy, un idiota? — Escupió Hidan. Sus ojos se fruncieron mientras intentaba discernir cualquier forma a través del aire enrarecido. — No hace falta ser inteligente para darse cuenta de que nos están separando...
Un inexplicable silencio llenó el aire durante la disipación del humo. Ambos miembros de Akatsuki se mantuvieron alerta ante cualquier sonido o incluso aroma que pudiera delatar la presencia de sus enemigos. Cada segundo que pasaba lo aprovechaban para engañar a sus adversarios con su inmovilidad, pues sus niveles de poder eran tan altos que incluso sus presencias podían resultar casi indetectables para un ninja ordinario.
En pocos instantes, Kakuzu vislumbró un débil rayo de luz, tan tenue como los haces lunares que se filtran por una ventana. Sin necesidad de dar aviso, saltó para esquivar un kunai que se acercaba, y Hidan, confiado en su inmunidad a cualquier ataque, lo imitó en cuestión de segundos.
— Maldición... — Murmuró Hidan al notar su propia distracción. Sus ojos escudriñaban el entorno. — ¿Qué traman esos inútiles...?
Una parte de Hidan reaccionó ante la presencia oculta bajo sus pies. El Ninja de las Aguas Termales retrocedió de inmediato cuando el suelo frente a él se quebró y se deshizo.
Una mano emergió velozmente del suelo, seguida de un brazo completo, hasta que finalmente la figura completa se hizo visible ante sus ojos. Aunque su intento había sido frustrado y no había logrado alcanzar a Hidan en su ataque a través del suelo, no se dejó vencer. No lo haría mientras Hidan disfrutaba de unos segundos de ventaja y podía ver la malévola sonrisa que se formaba en su rostro.
Con Hatake Kakashi suspendido en el aire, Hidan respondió con una patada rápida pero poderosa hacia el costado de Kakashi. En el momento en que su pie golpeó con fuerza al hombre, emitió un grito de victoria y burla, como si la situación fuera puramente entretenimiento para él.
Kakashi se deslizó sobre sus pies mientras se reponía. Detrás de él, un par de ninjas protegían su retaguardia, mientras que el resto se dispersaba en lugares estratégicos alrededor de los miembros de Akatsuki.
Los ninjas detrás de él conversaban entre ellos.
— ¿Cuántos son? ¿Cuántos de Akatsuki vinieron?
— Yamanaka-san dijo que solo dos. — Respondió una voz. Después de una breve pausa, continuó. — Sin embargo, no se descarta la presencia de más enemigos...
— ¡¿Más?! — Exclamó la otra voz con sorpresa. — Entonces, ¿Las otras puertas...?
— ¡No puede ser! Eso es exactamente lo que Yamanaka-san nos informó. Los únicos rastros de enemigos están en estas puertas.
— Pero, si hay más enemigos... — La voz interrumpida anteriormente continuó, con tono más ansioso que temeroso. — Es absurdo atacar por la misma puerta... ¿Yamanaka-san podría haberse equivocado?
Kakashi era conocido por sus agudos sentidos. Aunque mantenía su atención en el objetivo principal, era consciente de las otras presencias cercanas, incluyendo las conversaciones de los ninjas tras él, absorbiendo cada detalle con meticulosidad.
Una nueva explosión de papeles bomba estalló cerca, haciendo que Kakashi entrecerrara los ojos. Algunos ninjas de Konoha habían intentado cegar a Kakuzu como estrategia para ganar ventaja, pero fue en vano. Sus gritos de derrota resonaban y Kakashi solo podía distinguir siluetas moviéndose frenéticamente entre la cortina de humo y polvo en el aire.
Mientras tanto, Hidan no perdió tiempo y blandió su guadaña una vez más. Parecía haberse emocionado durante su breve enfrentamiento con Hatake y ahora lo tenía en la mira.
— ¡Recuerden lo que dijo Hokage-sama! — Gritó Kakashi con firmeza. — ¡No dejen que beba su sangre!
La guadaña de Hidan cortaba el aire con ferocidad, dividiendo todo lo que encontraba a su paso en dos partes. Aunque Kakashi era su objetivo principal, Hidan no dejaba pasar los ataques de los otros dos ninjas.
A pesar de ser como mosquitos a su alrededor, Hidan manejaba su arma con maestría, obligando a los ninjas a retroceder cada vez que intentaban sorprenderlo. El enfrentamiento alcanzaba su punto álgido mientras Hidan profería incongruencias y cantaba para sí mismo.
De repente, un grupo de ninjas se abalanzó sobre Kakashi y sus dos subordinados, empujándolos hacia atrás. Donde antes Kakuzu se enfrentaba a la horda de ninjas, ahora solo quedaba un pequeño cráter de humo. En otras palabras, la defensa de Kakuzu había disipado el humo, dejándolo en medio sin que ninguno de los compañeros de Kakashi lo estuviera atacando.
Algunos ninjas que lograron articular sus estados se encontraban apenas a unos metros dentro del bosque. Los compañeros de Kakashi murmuraron alarmados al no poder ver el ataque de Kakuzu, mientras que Kakashi frunció el ceño hacia el Akatsuki.
Mientras Hidan se preparaba para otro ataque con su guadaña y se lamía los labios con anticipación, Kakashi hizo un gesto a sus dos compañeros. Sin necesidad de intercambiar miradas, demostraron entender la señal.
— Si eso del cielo no me jugó en contra... — Pensó Kakashi para sí mismo mientras los dos ninjas a su lado completaban la formación de ataque y se enfrentaban a Hidan. — Había más personas por aquí... como máximo, dos adultos, altamente experimentados, dado lo difícil que fue detectarlos. Su chakra estaba muy bien oculto... ¿Será por eso que Inoichi-san tardó en darnos una conclusión?
Antes de que uno de los ninjas que lo apoyaban pudiera terminar su frase, fue lanzado por los aires con un estallido proveniente del suelo, justo después de que un kunai se hundiera en él. Kakashi, con su vista aguda, identificó el kunai como uno proveniente de Konoha, tomado por Kakuzu de alguno de los ninjas caídos y lanzado como ataque.
Con este ataque, ahora solo quedaban dos: Kakashi y el otro hombre, que no era mucho mayor que él.
— Dios mío... — Murmuró el ninja con impotencia al ver lo que quedaba de su compañero a lo lejos. —
Ante el repentino ataque y el cruel destino de su compañero, Kakashi y él se colocaron espalda con espalda, enfrentando a los dos Akatsuki.
— Ese hombre ha acabado con los demás en solo minutos... ¡Es fuerte! ¡Definitivamente no puedo con él! — Lamentó su compañero. —
— Entiendo tu perplejidad y falta de confianza, pero no es momento para retractarse ahora. — Le respondió Kakashi casi con un resoplido, mostrando signos de cansancio, pero sin rendirse. — ¿Has encontrado alguna brecha?
Su compañero se retorció en su posición con amargura.
— Negativo, señor. — Respondió en tono militar. Kakashi supo de inmediato que se trataba de un joven chunin, no mucho mayor que Shikamaru o Neji. — Están muy confiados... ¿Es posible que eso del cielo haya hecho algo en Konoha para que actúen con tanta confianza?
Kakashi no respondió de inmediato, pero su mirada ardía con enojo y determinación mientras se dirigía hacia el Akatsuki religioso. Hidan, por su parte, descansaba su guadaña sobre sus hombros con una despreocupación casi insolente.
Hidan soltó una risa burlona que resonó como un bramido maniático. Kakashi lo observó con desprecio, sin inmutarse.
— Oh, el espectáculo en el cielo. Me encanta cómo los de Konoha son tan ingeniosos. ¿Tuvieron que lanzar fuegos artificiales para intentar asustarnos, Hatake? — Se burló Hidan. —
Kakashi mantuvo la calma y respondió directamente:
— No necesitamos fuegos artificiales para lidiar con personas como tú. Si hubieras estado prestando atención en lugar de hacer tus payasadas, habrías notado que no somos los responsables.
Hidan, incapaz de captar el punto de Kakashi, se sintió provocado y gritó:
— ¡Bueno, bueno, parece que los de Konoha son valientes en la retórica! ¿Quizás quieren un poco de nuestra atención? ¡No tengo problemas en traer a tus amigos de las máscaras para la fiesta! ¡Voy a acabar con todos ustedes uno por uno! ¡Cielo santo! ¡Jashin-sama estará tan complacido...!
Un inquietante silencio descendió sobre el campo de batalla mientras Kakashi, sin apartar su mirada de desdén del fanático religioso que tenía delante, se sumergía en un torbellino de pensamientos.
El evento en el cielo, un evento que desafiaba toda explicación, seguía siendo un misterio. ¿Cómo encajaba esto en el rompecabezas de los portales que habían aparecido en las entrañas de Konoha? Era un enigma que desafiaba su entendimiento, y Kakashi anhelaba desentrañar su compleja conexión.
El recuerdo de su conversación con el rey de Trozani emergió en su mente. La voz suplicante del monarca, la desesperación en su mirada, todo sugería un trasfondo de terror. El rey había hablado de personas del futuro transportadas al presente, una idea que parecía trascender las leyes de la lógica y el tiempo.
¿Podría ser cierto que individuos del futuro hubieran sido arrojados a su presente, un presente que, hasta ahora, siempre había conocido?
Las palabras de Hidan, particularmente su referencia a un "compañero enmascarado", añadían una nueva capa de incertidumbre. Si, de hecho, esos compañeros con máscara eran los Anbu de Konoha, ¿cómo habían llegado antes que Kakashi al enfrentamiento con Akatsuki? ¿Acaso habían llegado incluso antes de que Inoichi-san declarara la presencia de enemigos en las afueras de Konoha, justo en el momento del evento en el cielo?
Los Anbu tenían la autorización de actuar con letalidad si la situación lo requería, incluso sin las órdenes directas del Hokage. Sin embargo, esta situación no encajaba con ninguna que Kakashi, como exmiembro Anbu, hubiera experimentado antes. Estaba seguro de haber visto y sentido a dos figuras adultas al llegar... ¿Eran realmente Anbu de Konoha?
No había visto a ningún Anbu acercarse. Y si lo hubieran hecho, lo habría sentido. Incluso si esos Anbu hubieran llegado antes para su beneficio, ¿Dónde estaban ahora? Las palabras de Hidan insinuaban que aún estaban con vida. Entonces...
¿Dónde están esos Anbu de Konoha, si realmente lo son? La Hokage había emitido recientemente una orden de búsqueda de personas del futuro que podrían haber sobrevivido a los portales, pero no tenía conocimiento de la presencia de estos misteriosos protectores. No cuando se suponía que los Anbu eran los principales responsables de buscar a los sospechosos. Si realmente estaban rondando por allí, ¿por qué no habían informado sobre Akatsuki?
¿Acaso había algún traidor entre ellos? Era impensable. Los Anbu estaban obligados a permanecer leales. No... era más que eso. Ellos eran leales a su Hokage, a su nación. Un traidor entre los Anbu era algo inconcebible; el castigo sería el exilio de la tierra.
Kakashi se encontraba atrapado en una danza mortal, en medio de una batalla despiadada. Mientras el acero chocaba contra el acero y los jutsus se lanzaban en furiosos estallidos, su mente se debatía entre la realidad que siempre había conocido y el extraño rompecabezas que comenzaba a ensamblarse a su alrededor.
La obsesión por desentrañar la verdad detrás del oscurecido cielo y la inexplicable aparición de personas del futuro lo impulsaban a nuevos límites.
Su combate contra Hidan era una danza de intensidad, cada movimiento calculado, cada golpe dirigido a incapacitar sin causar daño mortal, ya que Hidan era inmortal. Este fanático aprovechaba las debilidades de Kakashi, estratégicamente se acercaba a su compañero que luchaba contra Kakuzu, evitando que Kakashi usara jutsus peligrosos y forzándolo a un combate cuerpo a cuerpo donde sus habilidades se volvían vulnerables.
Mientras Kakashi se enfrentaba a esta feroz lucha, su mente continuaba trabajando en segundo plano, como una sombra que oscurecía sus pensamientos. Sentía la incómoda sensación de que algo estaba mal, de que algo se desarrollaba en las sombras. Su compañero, que luchaba contra Kakuzu, mostraba señales de fatiga y estaba siendo superado poco a poco.
En medio de este torbellino de pensamientos, la idea del rey de Trozani sobre los portales, las personas del futuro y el misterioso evento en el cielo tomaban forma, tejiendo un misterio aún más profundo en su mente y en el tejido mismo de la realidad.
Pero su enfrentamiento no terminaba allí. Hidan aprovechaba cada segundo para explotar la mayor debilidad de Kakashi: sus compañeros. Hidan, aunque loco y aparentemente disfuncional, se mantenía cerca del compañero de Kakashi, quien, pese a su limitada fuerza, luchaba valientemente contra Kakuzu. Kakashi no podía usar su Raikiri, sería un derroche de chakra considerando la inmortalidad de Hidan.
Tampoco podía lanzar jutsus de largo alcance como el Fuego o el Rayo, al menos para ganar tiempo y atacar directamente, ya que su enemigo se negaba a alejarse de su posición detrás del compañero de Kakashi. El joven luchador aprovechaba su agilidad para esquivar los ataques de Kakuzu, pero su resistencia estaba menguando.
Hidan sonreía con malicia. Estaba claro que no permitiría que Kakashi lo alcanzara desde lejos. Había aprendido algunas lecciones de Asuma, eso estaba claro. Era como un animal absurdo con conciencia, no particularmente inteligente, pero capaz de aprender de sus errores.
Kakashi se obligó a pensar rápidamente. Necesitaba atraer a Hidan de alguna manera, desviando su atención de su compañero antes de que fuera demasiado tarde.
Siguiendo su instinto y aprovechando su aguda percepción, Kakashi se lanzó hacia Hidan con determinación. La velocidad generada por su movimiento logró desestabilizar al fanático de Jashin cuando esquivó su guadaña y contrarrestó su ataque con un kunai. Aunque era una pequeña ventaja, fue suficiente para que Kakashi ganara el control de la situación.
Con hábiles movimientos, Kakashi logró abrir una brecha entre ellos y desarmar a Hidan, inmovilizando su peligrosa guadaña. En un rápido movimiento, Kakashi lo apartó con una patada, privándolo de su arma más letal.
Sin embargo, un grito ahogado interrumpió su triunfo. Al darse la vuelta, Kakashi se encontró con la impactante escena de su joven compañero suspendido en el aire, empalado por el brazo ennegrecido de Kakuzu. La sangre salpicaba a su alrededor mientras el chico luchaba desesperadamente por su vida.
Kakashi se quedó paralizado por un momento, incapaz de reaccionar ante la brutalidad de la escena. Los ojos de Kakuzu no mostraban ninguna emoción humana mientras apretaba su puño empapado de sangre y entrañas alrededor del cuerpo del joven. A pesar de los débiles intentos del chico por liberarse, Kakuzu avanzó con determinación, dirigiendo su otra mano hacia su cabeza.
Un leve gemido escapó de los labios del joven, mientras luchaba con todas sus fuerzas por liberarse del abrazo mortal de Kakuzu. Pero en un instante, el sonido de la carne cediendo resonó en el aire, indicando el fatal desenlace de la lucha desigual.
La visión macabra del joven Chunin desgarrado y ensangrentado bajo el cruel agarre de Kakuzu se grabó en la mente de Kakashi como una imagen imborrable. La sangre fluía libremente, tiñendo de negro su uniforme Chunin bajo la luz de la luna, mientras su cuerpo yacía inmóvil, víctima de la brutalidad del Akatsuki.
El horror se apoderó de Kakashi al presenciar el despiadado acto, sintiendo una mezcla de repulsión y desesperación al ver la vida del joven arrebatada de manera tan despiadada. No era el miedo a su propia muerte lo que lo invadía, sino la impotencia ante la pérdida de una vida joven e inocente.
Mientras intentaba procesar la escena frente a él, Kakashi fue sorprendido por el bramido desafiante de Hidan, quien blandía un arma afilada con la que amenazaba al ninja de Konoha. A pesar de la situación angustiante, Kakashi se preparó para el combate, consciente de que debía enfrentarse al fanático con todo su ingenio y habilidad.
Sin embargo, en medio de su determinación, la imagen de Saturo, el monarca de Trozani, surgió en su mente. Recordó la promesa que le había hecho al rey de buscar a las personas del futuro y protegerlas del peligro que acechaba en el presente. Una responsabilidad que ahora se volvía más urgente que nunca, al presenciar la brutalidad con la que Kakuzu había segado la vida del joven Chunin.
Kakashi juró en silencio que no permitiría que más vidas inocentes fueran sacrificadas. Su compromiso con la protección de aquellos que estaban en peligro se fortaleció, alimentando su determinación de enfrentarse a Akatsuki y detenerlos a cualquier costo. Sabía que ya no podía permitirse ser un simple espectador en esta batalla. Un infierno se había desatado, pero él estaba decidido a luchar contra él, con toda la fuerza y habilidad que poseía.
Pergamino. Encubrimiento. Utilización de los Ninjas a ser sacrificados sin saber nada del Pergamino. Te haces fuerte, te utilizan... ves a tus compañeros morir, o pereces.
Definitivamente, él no quería ese camino. Ni para él, ni para ninguno de sus compañeros.
El cielo se había aclarado cuando a su mente llegó la explosión que se vio en él, llevándose incluso las estrellas. Cuando le había llegado, como una estrella fugaz que se marchaba rápidamente, el pensamiento de que encontraría sí o sí la respuesta, su cuerpo había reaccionado al ataque de Hidan.
Levantó su Kunai a la altura de su cabeza, y moldeó su Chakra para darle uso.
Sin un compañero, ya no tenía más preocupaciones. Solo esperaba no dañar el cuerpo para darle un entierro digno.
Sin embargo, la fiera que se le había abalanzado, cesó cualquier movimiento.
— Maldición... ¡Maldita sea...! ¡Kakuzu...!
— ¡Cierra la boca, Hidan!
Kakashi se percató de como Hidan rechinaba sus dientes. Su cuerpo estaba absorto en el tiempo, incapaz de moverse, con los brazos hacia un costado. Al parecer, quería incrustarle a Kakashi la guadaña desde un punto ciego, sacándole provecho a la oscuridad. Kakuzu, por su lado, aún tenía el cuerpo del Joven atravesando su brazo izquierdo, pero ya tocando el suelo. La técnica que los había atrapado, no le dio tiempo de desprenderse del cadáver para darse cuenta.
Con la respiración agitada, Kakashi escudriñó su entorno, mientras los insultos de Hidan se escuchaban.
— ¡Ese maldito de nuevo...! — Dijo él. A Lo que Kakashi dirigió su mirada rápidamente al suelo. —
Dos Sombras se alargaban desde los pies de los Akatsuki y por el suelo bañado de sangre, hasta el bosque a un lado de la carretera. Sombras podían divisarse ahora que Kakashi sentía que las amenazas habían sido apaciguadas, y se sintió menos agobiado que antes.
Dos personas salieron de detrás de un árbol. Una de ellas era femenina, mientras que la otra, era masculina y de complexión más grande que su contraria. La chica de cabello ceniza temblaba como vacilación, casi como si se obligase a permanecer con la frente en alto ante tal escena.
Y El chico a su lado, si bien era de temer físicamente, su apariencia era incluso más temerosa que la de la chica.
A Su vez, del arbusto que los separaba, pudo escucharse un quejido. Una coleta de caballo fue claramente visible para Kakashi, y supo que estaba bien cuando la voz, que se esforzaba en mantener su Jutsu, habló con aborrecimiento, y antipatía en su mirada afilada y sedienta de venganza.
— Kageshibari No Jutsu... Completado.