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—Gracias —dijo sinceramente el médico principal de Qin Ziye, y luego, con zancadas largas, se fue. Había otra cirugía esperándolo.
Tang Yuxin parecía haber dormido durante mucho tiempo, lo suficiente como para olvidar el concepto mismo del tiempo. Parecía que siempre había estado dormida y también con dolor.
La puerta de la habitación se abrió y entró un hombre vestido con un uniforme militar. Su comportamiento era sereno. Caminó hacia adelante, sus botas militares haciendo un sonido distintivo en el piso mientras intencionalmente ralentizaba sus pasos.
Luego se sentó y suavemente subió su cobija hacia arriba.
Tang Yuxin frunció el ceño levemente, sus largas pestañas temblaban como frágiles copos de nieve, que parecían poder despedazarse en hielo en cualquier momento.
Abrió los ojos y vio a Gu Ning sentado allí, mirándola con atención inquebrantable.
—Tío Gu, ¿por qué estás aquí? —Tang Yuxin intentó levantarse, pero una mano firme la mantuvo presionada sobre su hombro.