—Todas las prendas que llevaba la hija de Wei Tian, cada una había sido regalada por su Yuxin. Realmente no podía entender cómo podía existir una madre tan despiadada en este mundo. Eso no es solo un gatito o un cachorro, es su propia sangre.
Sacó la mochila escolar de su hija y encontró los libros tal como estaban, intactos. Su hija tenía que hacer las tareas del hogar, cocinar para la familia y cuidar de un niño de siete años. Realmente trataban a su hija como si fuera una adulta.
—Tomó la mochila y salió.
Wei Jiani seguía sollozando incontrolablemente. Por otro lado, Huang Aimei y Sang Zhilan seguían enzarzadas, con la ropa completamente rasgada. Ambas estaban golpeadas y amoratadas, pero no paraban.
Tang Zhinian se acercó a Wei Tian, pero Wei Tian se apartó.
—Un hombre que ni siquiera puede proteger a su propia mujer es una patética excusa de hombre. —Sus palabras hicieron que la cara de Wei Tian palideciera.