La señora Charles miró a su esposo con incredulidad, completamente atónita.
Era como si todos sus pensamientos hubieran sido despojados, dejando su mente vacía.
¿Qué había dicho él?
Su mirada cayó en la cicatriz de la parte baja de la espalda de Oliver Charles.
La cicatriz había sido cosida varias veces, torcida y antiestética... pero era suficiente para ver cuán feroz había sido la situación en aquel entonces.
Sus ojos se movieron lentamente hacia arriba, deteniéndose finalmente en el rostro de Oliver Charles.
Desde la edad de dieciséis a veintidós años, Oliver Charles había crecido de ser un niño a convertirse en un joven. La grasa de bebé en sus mejillas se había ido atenuando gradualmente, reemplazada por determinación y coraje.
¡Solo ahora se daba cuenta la señora Charles de cuánto lo había descuidado durante esos seis años!
Sus ojos se llenaron repentinamente de lágrimas.
¡Eso es cierto!