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77.41% Diamante de la esperanza / Chapter 24: Capítulo 12: Viaje escolar, parte 2 (Partes 1-2)

Chapter 24: Capítulo 12: Viaje escolar, parte 2 (Partes 1-2)

Capítulo 12 parte 1

Al día siguiente, nos transportamos en autobús hacia Joya de Cerén, un sitio arqueológico antes de irnos al centro histórico de la capital.

Saco un pequeño papel muy doblado de mi bolsillo izquierdo del pantalón de mi uniforme.

Al desdoblarlo, todos ven que el pequeño papel se hace más y más grande hasta ser más grande que un pliego.

Lo que he sacado ha sido un mapa.

— Veamos… de seguro ya casi llegamos.

— Amigo, usa tu teléfono.

Me dice Kenji en voz baja.

— Estamos a… una hora más o menos. — digo en español.

— Nombre, si ya casi llegamos. — me responde el conductor del autobús.

— ¿Eh? Bueno, usted es el que sabe.

Nuevamente tomo mi asiento junto con Sora.

Al ver por la ventana mira una valla publicitaria con un árbol color rosa en él.

— ¡Ah! ¡no sabía que aquí también existían los árboles sakura!

— ¿Umh? No, Sora. Veras, eso era un maquilishuat, es distinto al árbol sakura y además su nombre proviene del náhuatl.

Le respondí muy orgulloso a Sora mientras él parecía estar muy sorprendido.

— ¡Asombroso! ¡¿también hablas ese idioma?!

— ¿Eh? B-bueno, no…

No conozco realmente a nadie que lo hable, solo he escuchado algunas frases simples de profesores y el himno nacional de mi país en la versión náhuatl.

Después de un corto viaje, todos llegamos finalmente a Joya de Cerén.

Lo que ahora seguiría es una larga caminata por el lugar mientras el guía nos explica cosas sobre las ruinas.

— Y en estas ruinas antes vivía una civilización de agricultores mayas…

Sora que estaba a mi lado, suelta un pequeño bostezo en señal de aburrimientos.

Debo admitir que me siento igual…

— Venga, Sora. ¿aún te sientes mal porque nos noquearon ayer? — le pregunto en voz baja.

— Ni siquiera lo recuerdo…

— Pues aguanta un poco, recuerda que después de esto viene la operación Reina-dono-sensei.

— ¡Ah! Es verdad.

Sora parece haber recobrado sus fuerzas.

¿Tan emocionado lo tiene el ir a visitarla?

Mientras nosotros charlamos, el guía sigue hablando sobre las ruinas.

— Y estas rejillas evitan que el torogoz haga sus nidos en los agujeros de las ruinas.

— ¿Torogoz? ¿es alguna especie de Kaijū de este país?

Preguntó Kenji que se encontraba a mi lado.

— No, es solo el ave nacional.

— ¿Eh?

Mientras hablábamos de eso, una persona con los zapatos muy lustrados, cabello peinado hacia atrás, barba pintada y una gorra hacia atrás aparece.

¡¿Otra vez el presidente Nayiks?! Y su interprete al japonés…

— Buenas a todos otra vez.

Ojalá no se ponga a dar otro discurso…

— Normalmente no hacemos esto, pero… ¿quieren ver los nidos de los torogoces?

¿Eh?

— ¡S-señor presidente!

— ¡Sí!

Todas las chicas parecen estar emocionadas por verlos.

El presidente junto con el guía nos lleva a un lugar muy cerca de joya de Cerén, más en específico a unas rocas calizas gigantes con agujeros en estas de los cuales salían torogoces adultos y bebés.

— La Eumomota superciliosa o el torogoz construye su nido en áreas calizas o dentro de la tierra, haciendo un hueco ubicado al lado de un camino, río o quebrada.

Mientras el guía explicaba, Miru-chan comienza a fotografiar a los torogoces.

— Los torogoces no pueden vivir en cautiverio porque pueden morir, es un ser libre como nosotros los salvadoreños.

Dice el guía cuando de repente el presidente Nayiks comienza a reírse suavemente.

Justo después de eso, salen una familia de torogoz a buscar comida mientras que un dulce torogoz por el hueco asoma, para beber rocío, para beber aroma.

Aún me acuerdo de ese poema, aunque no lo dije bien...

— ¡Ah! ¡es tan lindo!

Dice Miru-chan mientras comienza a fotografiarlos desde lejos.

Mientras ella los fotografiaba, el presidente Nayiks empieza a hablar sobre antes de que el fuera el presidente del país.

Supongo que todo se ha vuelto un poco desordenado…

Tengo ganas de salir de aquí…

Capítulo 12 parte 2

Después de una larga charla, nos subimos a los autobuses para dirigirnos al centro histórico de San Salvador.

Pasé todo el viaje dormido por algún motivo.

Al parecer, estaba bastante aburrido que el dormir era lo mejor que podía hacer.

Al momento de llegar al centro histórico, nuevamente nos presentan a un guía que nos comienza a hablar de la historia de este.

El centro histórico se ve realmente hermoso, me habría encantado verlo mejor por la noche.

— Y está de acá es la catedral de San Salvador, y este es el palacio nacional, no son los originales ya que los primeros fueron destruidos por un terremoto o un incendio.

Todo en la capital ha caído por un terremoto o incendio en algún momento supongo...

— Oye, creí que este lugar era más divertido…— me dice Sora en voz baja.

Doy un pequeño suspiro y le respondo:

— El consejo estudiantil y los profesores me pidieron poner sitios educativos e históricos, no podíamos pasar todo el tiempo en la playa…

— No me divierte esto…

Kenji que está sentado en una de las bancas junto a Hiroki me dice:

— Casi que prefiero estar en casa…

Eso dicen, pero ayer se la estaban pasando bien en la playa…

Nuevamente aparece el presidente Nayiks para decirnos algo.

— Y allá estamos construyendo el cine libertad, esa es la plaza universitaria porque ahí se ubicaba la universidad de El Salvador, y esa biblioteca es la más moderna de Latinoamérica y nos la construyeron ustedes los Chin...

Antes de que termine de decir lo que fuera, les propongo una idea a mis amigos:

— ¿Saben qué? — les digo a ellos en voz baja. — Si tanto les aburre, entonces los llevaré donde Reina-dono-sensei, así salgo de mi deuda con ustedes.

— ¿Cómo diablo iremos? — me preguntó Hiroki.

— Síganme.

Nos escabullimos entre los demás para intentar salir de la plaza Gerardo Barrios sin ser detectados.

Al llegar más abajo hacia el teatro nacional a tan solo una calle de donde estábamos, alguien nos detiene.

— ¿Qué hacen? No tienen que alejarse del grupo.

Esa voz es la de… ¡Kuroda-san!

— ¡Gah!

— Uraseku, será mejor que nos regresemos…— me dice Sora muy asustado.

No podemos echarnos para atrás… ¡hora del plan b!

— ¡Da igual, síganme!

Tomo a Kuroda-san del brazo y salgo corriendo junto con él.

— ¡Oye! — gritó Kenji.

— ¡Ya todos estamos en problemas, síganme!

— ¡S-suéltame!

Luego de correr junto con Kuroda-san durante un rato, llegamos a la conocida plaza San José para tomar la ruta que nos llevaría donde Reina-dono-sensei.

Mientras todos jadeábamos del cansancio, Hiroki ve pasar muchísima gente y microbuses con números en su parte frontal.

— ¡¿Q-qué hacemos aquí?!

Me pregunta Hiroki muy confundido, pero no era el único, todos, incluyéndome, estábamos un poco confundidos.

— ¡Solo hay pequeños autobuses y causan mucho tráfico! — agrega Kenji.

— ¡No sé cuál deberíamos tomar! — grita Sora casi en lágrimas.

— ¡¿Saben que estamos en problemas?! ¡debemos regresar ahora! — nos dice Kuroda-san muy molesto.

Intentando ignorar lo que ha dicho, les digo a todos el plan.

— Bien, tomaremos el microbús con un número nueve en la parte frontal.

— Ignoraste completamente lo que dije…

Kenji mira a su alrededor, casi como si se le hubiera perdido algo.

— Amigo… no se ve ningún aviso con los horarios…

— Eso es porque no los hay.

— ¡¿Eh?!

A diferencia de Japón, en este país los autobuses no llegan a las paradas en horas específicas.

Al menos así es en donde vivía antes, no sé cómo estará el resto del territorio.

— ¡¿Y cómo sabes a qué hora viene?! — me pregunta Sora asustado.

— Solo esperen…

Esperamos un poco, parecían desesperados, pero dando el ejemplo de la calma logran acomodarse más al ambiente.

Me concentro, hasta que de repente…

— ¡Ahí viene!

— ¡¿Ah?!

Dicho eso empiezo a correr hacia el microbús.

— ¡Vamos, no se preocupen, pagaré sus pasajes!

Avanzando, me percato que no me están siguiendo, así que regreso.

— ¡¿Por qué se quedan ahí parados?!

— ¿No para aquí? — pregunta Kuroda-san.

— No para en ningún lado si no haces la señal. ¡corran!

— ¡No sé por qué diablos hago esto! — grita Hiroki.

Empezamos a correr para subirnos, pero nos pasa.

El microbús va lleno, tanto que parece imposible que los cinco entremos.

— ¡Suban!

— ¡E… ¿estás loco?! ¡está en movimiento!

Tch… solo tengo una cosa que hacer ahora.

Me pongo atrás de todos, y tomando impulso, los empujo dentro del microbús por la fuerza.

— ¡Gah!

Ya adentro, pago el pasaje al microbusero que va escuchando a todo volumen música de despecho de los temerarios.

Las calles están casi solas después del tráfico y por ende empieza a aumentar la velocidad a una que no parece ser del todo permitida.

Yo al no caber, me puse casi afuera del microbús, sosteniéndome únicamente por un soporte de adentro.

— ¡O-oye… esto es incómodo! — gritó Hiroki en japones.

— ¡P-pues acomódense mejor porque puede que se suba más gente! — les grité en japones.

— ¡¿Eh?!

Empezamos a discutir en japones, bueno, siempre hemos hablado en japones.

Pero al estar rodeados de gente que no habla este idioma se sintió realmente incomodo por la forma en que nos miraban.

El viaje realmente fue muy cansado, más gente se subió por obvias razones.

Lo bueno es que no faltaba mucho para bajar, así que le doy la señal al chofer.

— Ya casi… ¡LA REPARACIÓN!

Finalmente me bajaría de ese microbús.

Al estar el chofer escuchando música de despecho conducía como un loco.

¡Me sorprende que antes viajara en estos microbuses! Algo que no extrañaré de este país supongo…

Con el microbús aun en movimiento, me bajo, al igual que Kenji, Hiroki y Kuroda-san.

Sora tiene algo de miedo y salta con los ojos cerrados cayendo encima de mí.

— ¡Gah! ¡oye!

— ¡Kya!

Me levanto del piso junto con Sora y nos limpiamos mientras Kenji nos pregunta:

— ¿Dónde estamos?

— Espero que no nos trajeras a una clínica de órganos clandestina… — dijo Hiroki.

— Mejor que eso. — les respondí.

Al haber dicho eso, todos me miran raro mientras empiezo a caminar por las antiguas vías del tren que yacen en ese lugar casi cubiertas por arena.

— Esta es la comunidad en la que vivía antes de irme a Japón.

— ¿Cuál es tu casa? — pregunta Sora observando a sus alrededores.

— Sigamos más abajo.

Después de bajar un poco, llegamos a una casa de ladrillos algo descuidada.

Es la casa de Reina-dono-sensei, la cual se encontraba cerrada…

Al llegar ahí y decirles de quien es esa casa, todos se quedan expectantes, quieren ver quien saldrá de esa puerta.

Pero llegados a este punto, ya no puedo decirles que ella no está acá…

Es el segundo domingo de noviembre, por lo tanto, se encuentra en el festival de la pupusa en Olocuilta, un lugar muy lejos de aquí.

¡Tendré que inventarme una tontería para que no piensen que venimos por nada!

— Oye…— dice Hiroki confundido.

Ellos no saben que Reina-dono-sensei me conoce desde que nací, por lo tanto, no tendrán ningún indicio de que poseo alguna cercanía con ella más el de compartir una receta de cocina.

— Saben. — les digo con una expresión seria. — creo que Reina-dono-sensei está muy ocupada creando esta ambrosía.

¡Mírenme, realmente no diría la palabra "ambrosía"! ¡soy malísimo fingiendo!

— ¿No podremos verla? — pregunta Kenji.

— ¿Llegamos hasta aquí por nada? Tócale la puerta. — me dice Hiroki.

— No podemos molestarla, mejor vámonos a otro lado. Al menos no tendrán que escuchar las cosas que diga el presidente Nayiks.

Dicho eso, todos exceptuando Kuroda-san empiezan a verle el lado bueno al asunto.

— ¡Oigan! — nos gritas Kuroda-san. — ¡¿no ven que estamos en problemas?!

— ¿Qué te preocupa tanto, amigo? — le pregunta Kenji.

— ¡P-pero…!

En un momento así realmente no sé qué hacer.

— Oye, ¿qué otra cosa divertida hay por aquí? — me pregunta Hiroki.

— B-bueno… cerca de aquí hay una especie de piscina natural con pececitos que se comen la piel muerta de los pies…

— ¿Eh?

— ¿Para qué queremos eso? Mejor regresémonos. — Me responde Kuroda-san.

Los tengo a todos en mi contra… pero tengo una idea.

— Saben, a esta hora los autobuses están más llenos… si nos vamos de aquí…— volteo a verlos de forma seria y con una mirada penetrante, y les digo: — tendremos que tomar la misma ruta…

El rostro de preocupación se evidencia en cada uno de ellos cuando digo eso.

Sin darme cuenta, todos aparecemos en la pequeña poza con pececitos, o como son conocidos aquí, chimbolos.

Quien pensaría que acabaríamos aquí… 


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