Lin Lanzhi entró en el hogar de Su Yin.
La casa era bastante espaciosa y muy limpia.
—No hay habitaciones libres, solo la mía y la de mi hermano. Si quieres dormir, puedes hacerlo en el sofá —dijo Su Yin sin rodeos.
—Oh —Lin Lanzhi no rechazó—. Ser admitida ya era suficiente.
¿Qué importaba dónde dormía?
Sin duda era mejor que dormir en la puerta de entrada.
—Está bien —Lin Lanzhi aceptó sin dudarlo.
Su Yin la miró.
¿Dónde estaba la dama altiva y orgullosa que solía ser?
¿Había cambiado de verdad?!
—¿Es aquí? —Lin Lanzhi señaló el sofá—. Es tan grande, es completamente suficiente para que yo duerma.
Su Yin no respondió.
—¿Qué teléfono tienes? —ella preguntó.
—¿Qué? —Lin Lanzhi no entendió.
—Pregunté cuál es la marca de tu teléfono.
—Oh, un teléfono Huawei.
Su Yin no dijo nada más, volvió a su habitación a buscar una colcha para ella y también sacó un cargador para ella.
Gratitud llenó los ojos de Lin Lanzhi.