La energía pulsante de Ragnarok reverberaba en las manos de Kaizen mientras se mantenía preparado para cualquier reacción del enemigo. Sin embargo, tenía una sensación extraña sobre todo lo que estaba sucediendo. No podía identificar qué era, sólo que sospechaba que estaba dejando pasar algo por alto, algo en lo que aún no había pensado.
A pesar de ello, Kaizen permaneció firme sin desviar la mirada del líder de las lamias, porque incluso después del impacto de su poderoso golpe, la criatura seguía en pie.
El líder de las lamias, con sus negras alas desplegadas, retrocedía tambaleándose, herido por el implacable golpe de Kaizen. Su oscura aura, una mezcla de furia y desesperación, vaciló momentáneamente después del golpe que abrió una rasgadura en su pecho, pero pronto se intensificó de nuevo, alimentada por la determinación de destruir a aquel que se había atrevido a desafiarlo.