El viaje de Klaus de regreso a los suburbios de Long Island estuvo lleno de paisajes pintorescos y tranquilos. Miraba por la ventana del tren mientras pasaba por campos de golf verdes y boscosos y otros paisajes salpicados de encantadoras casas y pequeños pueblos.
El tren seguía su rumbo por las vías, cruzando puentes sobre ríos tranquilos y túneles oscuros, creando una atmósfera intrigante. Klaus se tomó el tiempo para perderse en sus pensamientos, recordando las emociones del día y las expectativas para el futuro. A medida que el tren se acercaba a la estación de Long Island, Klaus empezó a reconocer su entorno. Las calles tranquilas y alineadas de árboles le dieron una sensación de paz y tranquilidad, un respiro bienvenido del ritmo acelerado de su vida.