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Kaizen estaba visiblemente conmocionado y triste al encontrar todo el lugar en ruinas.
No seguro de cómo reaccionar, caminó a través de los escombros, mirando los libros, objetos mágicos y pergaminos esparcidos en el suelo. Pisó cuidadosamente sobre los libros rotos y objetos, tratando de encontrar algo que pudiera ser salvado. Pero todo fue inútil - solo quedaban ruinas.
Ira comenzó a surgir en él mientras pensaba en las posibilidades de lo que podría haber sucedido en este lugar, pero controló esa emoción por ahora.
—¡Alina! ¿Estás aquí? —gritó mientras caminaba hacia el centro de la sección.
Nada ni nadie le respondió.
El sonido del fuego crepitante consumiendo algunos libros y el crujir de algunos estantes a punto de caer eran las únicas cosas que podía escuchar.
Cuando finalmente llegó al centro de la sala, encontró el epicentro del fúnebre olor a sangre. Había un gran charco de sangre en el suelo y un brazo entero.