Max escuchó atentamente la historia de Zogaroth y hasta sintió un poco de lástima por él en algunos momentos. Había sido perjudicado por Arandale hasta cierto punto según su relato, pero Max no era tan ingenuo como para creer que cada palabra que salía de la boca de esa persona era la verdad.
Tomó toda la historia con cierto escepticismo y se impidió sentir emociones extremas hacia el relato.
—Mis condolencias por tu sufrimiento... —dijo Max con el tono más serio que pudo reunir.
—Pero lograste perfeccionar el método de sellado de los dioses al final, ¿verdad? —preguntó Max con esperanza.
—¡En efecto, lo dominé! El único inconveniente es que el hechizo requiere energía divina para ser conjurado, así que al final para luchar contra un dios uno debe convertirse en dios —dijo Zogaroth con un suspiro de decepción mientras miraba sus propios brazos y piernas frágiles.