—Estamos jodidos —dijo Sebastián mientras cabalgaba sobre la bestia del inframundo y sentía cómo el bosque entero detrás de ellos se convertía en un masivo incendio.
Para una madre, ver cómo le roban sus huevos de esta manera era un momento desgarrador y la rabia que sentía en ese momento era irreal.
El verdadero problema, sin embargo, era que el trabajo de robo no había sido limpio en absoluto y Max lo sabía.
Incluso con su inferior sentido del olfato podía distinguir el aroma de Sebastián desde unos metros de distancia, lo que significaba que era solo cuestión de tiempo para que la madre dragón siguiera su rastro y los redujera a cenizas cuando llegara.
El grupo había logrado poner casi 800 metros de distancia entre ellos y la madre dragón, sin embargo, sintiendo el calor del bosque en llamas tras sus espaldas, sabían que era solo cuestión de tiempo antes de que la madre dragón los encontrara a todos.