—Todos, tengan cuidado —murmuró Asher a los demás en voz baja, haciéndoles dar cuenta de que algo debía estar mal para que él les advirtiera así.
El momento en que el mundo retomó su ritmo natural, Ana no dudó. Se lanzó hacia adelante de nuevo, su cuerpo una mancha borrosa, apenas tocando el suelo con los pies mientras se dirigía hacia el Portador del Infierno y sus miembros del culto, sus movimientos afilados, fluidos y mortales. Pero esta vez, algo era diferente.
Asher, Rebeca y los demás se prepararon para el ataque, estrechando sus ojos con determinación.
Pero mientras se movía Ana, observaron, atónitos, como cada ataque que intentaban asestar parecía fallar por apenas unos centímetros.
Asher lanzó su cuchilla circular con precisión, pero Ana ya se había ido antes de que la hoja siquiera alcanzara su marca. Grace liberó otra ráfaga de llamas bermellón, solo para que Ana girara y se deslizara a través de ellas como si las llamas ni siquiera estuvieran allí.