Ana habló con un tono frío como el hielo, pero había algo extrañamente definitivo en sus palabras. —Nunca tuve opción. Pero tú ahora puedes elegir. Ven conmigo en silencio, y no tendré que lastimarte.
La mirada de Asher era firme mientras la observaba. —Y aquí pensé que la Segadora Atronadora no se rebajaría a hacer amenazas vacías.
Las manos de Ana se cerraron en puños, el maná a su alrededor intensificándose. —Dije que preferiría no lastimarte. Pero si me obligas, lo haré.
La expresión de Asher se endureció. —¿Así que seguirías adelante con esto, incluso sabiendo las consecuencias?
Ana sacudió la cabeza lentamente, el peso de sus pensamientos presionando sobre ella como una tormenta aplastante. Su voz, fría y distante, resonó. —No me importa lo que me pase a mí.
Asher permaneció inmóvil, su expresión inescrutable. Lentamente, casi de mala gana, asintió. —Bien... Solo te importan las vidas de tus amigos en Marte, ¿verdad?