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Abadón se quedó sentado en su cama, congelado durante varios segundos.
Para asegurarse de que no estaba imaginando cosas, se golpeó con fuerza suficiente como para mandar su mandíbula volando fuera de su cuerpo, y metió un dedo en su cerebro para estimular la actividad adecuada.
Nada de lo que hizo funcionó.
Los resultados seguían siendo los mismos.
Su alma había sido atada con otra, en un vínculo inquebrantable que duraría por toda la eternidad.
Y la nueva consorte de la fuente de todos los horrores no era otra que Tita, la mujer a la que había prometido casarse si alguna vez decidía tomar otra esposa.
'Supongo que se cansó de esperarme... ¿¡Por qué estoy bromeando sobre esto!?' Abadón rugió internamente.
No tenía absolutamente ninguna idea de cómo pudo haber pasado esto, ya que no importa cuán excitado estuviera nunca se permitiría simplemente entrar y saltar a la cama de otra mujer.