Mientras se acercaba el tornado, su poder era aterrador. Comenzó a tirar de la gente bestia que huía hacia su epicentro con una fuerza casi irresistible. Los individuos más desafortunados más cercanos al tornado sintieron el suelo debajo de ellos congelarse, atrapando sus pies en su lugar mientras luchaban desesperadamente contra el tirón inexorable de los vientos helados. El pánico y el miedo brotaron dentro de los guerreros bestias al darse cuenta de su inminente perdición.
El férreo agarre del tornado de hielo no mostraba piedad, tirando lentamente pero sin descanso a la gente bestia más cerca, como un depredador atrayendo a su presa hacia su fauce. A pesar de sus esfuerzos desesperados por escapar, las garras heladas del tornado eran implacables. Con cada momento que pasaba, más y más de ellos eran atrapados, y se hizo evidente que eran impotentes ante la poderosa fuerza elemental de esta tempestad gélida.