—También había un dragón marino. Descrito como un colosal y serpentino monstruo marino que se extendía por millas, la criatura poseía un inmenso poder. Podía volcar barcos con un meneo de su cola, y avistamientos de la misma eran vistos como presagios de catástrofes inminentes.
—Incluso había una descripción de algo parecido a un tiburón. Un gigantesco tiburón que se creía que vagaba por las profundidades del océano. Con fauces lo suficientemente grandes como para tragarse pequeños barcos enteros, infundía terror en el corazón de los marineros. Historias contaban de cómo emergía a la superficie para arrebatar a los marineros de sus naves.
—También había un monstruo etéreo capaz de crear desastres. Un monstruo mítico capaz de crear remolinos devastadores. Estos torbellinos podían engullir flotas enteras, y los barcos que se aventuraban demasiado cerca corrían el riesgo de ser absorbidos en su vorágine implacable.