La risa de Luminoso resonó en el campo de batalla mientras blandía un martillo envuelto en llamas solares.
—¡Los quemaré a todos hasta convertirlos en cenizas! —rugió, su forma tornándose carmesí mientras el calor abrasador irradiaba de su cuerpo. Cargó adelante, ardiendo.
El cuerpo de Seraphina brillaba con un intenso púrpura mientras su espíritu explotaba, tomando una forma masiva, etérea. La bestia rugió, fijando sus ojos en el anciano más cercano.
Los tatuajes de Aurelio cobraron vida, una bestia salvaje materializándose a su lado. Sus ojos se volvieron salvajes mientras saltaban juntos al combate.
Los otros paragones siguieron su ejemplo, sus movimientos rápidos e implacables tomaron desprevenidos a los ancianos.
Sin su control de sangre ralentizando a los paragonos humanos, era como si estuvieran luchando en un campo de juego equitativo.