—El sonido del impacto resonó a través de la niebla, atrayendo a más bestias.
—Venían en manadas, corriendo hacia él.
—Pero Atticus no se movió de su posición.
—Permanecía enraizado, sus brazos un borrón, abatiendo a cada bestia que se atrevía a acercarse.
—Los cuerpos se amontonaban más y más.
—Pero Atticus se mantenía erguido. Silencioso. Incansable.
—En un instante, la cifra de muertes ascendió a los miles.
—A pesar de sus acciones implacables, su mente nunca dejó de funcionar. Desde el principio, desde que su guía le había proporcionado información sobre la niebla, Atticus había encontrado toda la situación extraña.
—La katana lo estaba forzando a un escenario específico. Todo este juicio parecía orquestado, como si hubiera reglas y situaciones predeterminadas que cada desafiante enfrentaría inevitablemente.
—Las bestias, la niebla, Atticus estaba seguro de que cada desafiante de este juicio experimentaba lo mismo que él.