La figura de Kael se desdibujó al moverse, apareciendo instantáneamente frente a Atticus, con las manos aún en la misma posición, directamente sobre su cintura.
Al observar la forma de Kael frente a él, Atticus no pudo evitar sentirse un poco sorprendido.
La velocidad de Kael no cambió; seguía avanzando hacia él en cámara lenta, pero lo sorprendente era el hecho de que, al mirar a Kael, Atticus no podía predecir ninguno de los movimientos que estaba a punto de realizar.
No había el más mínimo cambio de peso, ni tensión de músculos antes de un golpe, ni inhalaciones o exhalaciones rítmicas que señalaran una técnica específica.
Era como si lo que actualmente se dirigía hacia él fuese una pieza de roca. Kael era una tabla completamente en blanco.
Ya que no podía predecir los movimientos de Kael, Atticus se enfocó en cualquier movimiento que él estaba a punto de hacer.