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Ater se sentía complacido.
Ver la expresión de confusión, incertidumbre y un toque de miedo en el rostro de los dos Dragones le divertía, hasta el punto de no poder dejar de sonreírles.
Estos momentos eran lo que vivía.
—Ahh... la dicha... —brillaba con ligero arousal, disfrutando del caos que había causado.
Pero, esto no era suficiente. Apenas los había sumergido en las profundidades de la desesperación. Esto era simplemente la superficie, una cáscara incomparable con el plato principal.
Ya sabía lo que haría este momento perfecto.
—La verdad... eso siempre hace que todo se mezcle mejor.
Y así, mientras se paraba frente a los atónitos Dragones, revelando la cortina que los había cegado todo este tiempo, pudo obtener otra mirada de satisfacción. Seguramente, sus mentes limitadas ya empezaban a comprender la realidad actual.
El hecho de que habían sido engañados pensando que habían abandonado la Capital.
Pero no.
Simplemente hacer esto podría dejar la respuesta abierta.