Sabiendo que no iba a obtener más información sobre lo que había hecho el día anterior bajo la influencia del alcohol, Alicia decidió pasar al siguiente tema que le preocupaba.
—Eh, Paulina —llamó Alicia y luego se aclaró la garganta—. Dijiste que la persona en esa pintura del retrato es la madre de la Princesa Ámbar, ¿verdad? —preguntó, y Paulina asintió con la cabeza.
Paulina estaba cansada de intentar persuadir a Alicia de que ella era la Princesa Ámbar, así que la dejó decir lo que quisiera.
—¿Qué tanto sabes sobre ella? ¿Cuál era su nombre? —preguntó Alicia con curiosidad, y Paulina la miró detenidamente, frunciendo el ceño con preocupación.
—¿No la recuerdas?
Alicia pudo ver la confusión en su rostro de nuevo. Todavía era sorprendente lo fácil que había sido convencer a Harold, quien nunca había conocido a Ámbar antes, en comparación con Paulina, que siempre había vivido con Ámbar.