Durik no podía creer lo que acababa de ver. Parpadeó varias veces, frotándose un ojo con el talón de su mano para asegurarse de que no estaba alucinando. Su mirada se movía de izquierda a derecha, observando el pasillo vacío donde no había nadie alrededor. Con la lluvia que seguía cayendo sobre las tierras y sobre la mansión, repiqueteando en los grandes ventanales, un fuerte rugido de trueno sacudió las ventanas y también al mayordomo medio vampiro.