—Mi nieta es bastante asombrosa, ¿verdad? —Zhao Moyao tarareó—. Ella nunca ve esa característica en sí misma. Culpo a sus padres por la manera horrible en que la criaron que la arruinaron. Su infancia fue dura, pero estoy seguro de que ya lo sabes.
—Supongo que debería echarme la culpa parcialmente a mí mismo. Fue mi comportamiento cruel e indiferente hacia mi hijo lo que lo hizo un fracaso de padre.
A pesar de sus palabras, Zhao Moyao no se arrepentía de nada. No lamentaba su trato hacia sus hijos, no lamentaba haber abandonado a sus nietos, y no lamentaba todas las veces que golpeó a sus hijos.
Pero lo único de lo que se arrepentía, incluso si nunca lo admitiría, era de haber dejado a Zhao Lifei en manos de sus padres. Ellos la habían manchado más allá de la reparación y aún hasta este día, sus cicatrices eran profundas, acompañándola todo el camino hasta la adultez.