—¡Miserables criaturas! ¿Se atreven a atacar mi ciudad? ¿Acaso me creen solo aire? —La estruendosa voz del Señor de la Ciudad resonó en los oídos de todos.
—¡Ciudadanos e invitados de Ciudad Zorro Lunar! ¡Estos rufianes insignificantes desean destruir nuestros hogares, nuestro sustento! ¿Vais a huir ante un poco de peligro? ¿Cómo podrán enfrentar a sus familias con una perspectiva tan patética? ¡Nuestra Ciudad Zorro Lunar no es tan fácil de intimidar! ¡Pónganse de pie y luchen contra estos cabrones que quieren llevarse lo que es vuestro! —El Señor de la Ciudad dio un breve discurso antes de volverse hacia los hombres vestidos con capas que aparecieron frente a él.
¡OOOOHHHHH!
La gente de Ciudad Zorro Lunar escuchó el discurso del Señor de la Ciudad y comenzó a sentir que su sangre se agitaba.
—¡Tiene razón! ¡Este es nuestro hogar! ¡Son solo unas pocas bestias! ¿Qué pueden hacer?
—¡Golpéalos, Señor de la Ciudad! ¡Nosotros nos encargamos de estos insectos aquí abajo! ¡Jaja!