La mirada de Gu Tai se fijó en la luna, una mezcla de vacío y emoción.
—He visto el miedo —su voz rompió el silencio, suave y contemplativa—, grabado en innumerables rostros a lo largo de mi vida—desde personas dándose cuenta de que bebieron veneno hasta otras descubriendo quién soy. Pero nada fue como cuando Xiao An despertó. Incluso con su cuerpo frágil, luchó... luchó por liberarse de las ataduras de esa cama de hospital, esforzándose por huir de la habitación como si estuviera escapando de algún terror invisible.