Azkar golpeó su pie contra el suelo sucesivamente, sus cejas estaban fruncidas en agitación y por más que intentaba contenerlo, simplemente no podía.
Fue un final desagradable para un día que había comenzado con mucha anticipación y emoción, y Azkar lo detestaba... lo aborrecía completamente cuando las cosas no salían como él había planeado.
Lo odiaba tanto, que podría destruir todo a su vista solo para calmar su furia y ese intenso impulso de causar una carnicería y dejar un rastro de oscuridad a su paso.
—¿¡Por qué tenía que aparecer él?! —siseó Azkar con furia.
Su cabeza se giraba hacia un lado con frecuencia, revelando las venas ennegrecidas en los lados de su cuello y una nube de sombras lo rodeaba, dando testimonio del estado de ánimo de Azkar.
—¿Por qué tenía que aparecer, León? ¿¡Por qué?! —siseó de nuevo Azkar.
—Mi Señor, debe calmarse... —razonó León, el subordinado de Azkar.