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Mirando a Isaac con emociones encontradas, el actual grupo para la incursión no podía creer que un caballero tan refinado como este de repente se convirtiera... en esto.
—¡Ah, señorita Nytri, no rechaces tan rápido! ¡Puedo hacer lo que tú quieras! —dijo mientras su rostro se sonrojaba completamente.
Retrocediendo con disgusto, Shiro no sabía cómo responder. Aunque en efecto disfrutaba siendo sádica de vez en cuando, se sentía ligeramente incómoda con los masoquistas.
—¡Aléjate de mí! —dijo Shiro, retrocediendo tan rápido como pudo.
Sin embargo, Isaac no se ofendió en absoluto. Por el contrario, eso lo animó aún más.
—Así es, por favor mírame así. ¡Sería mejor si quisieras matarme! —exclamó.
—¡Urg!
Esta era una de las principales razones por las que a Shiro no le gustaban los masoquistas. Incluso si los torturaba o mataba, sólo obtendrían gran placer. Esta no era la clase de reacción que a ella le gustaba.