—¿Estás listo? —preguntó Marshall, su mandíbula dolorida y sangre resbalando por un lado de su boca mientras luchaba por cerrarla.
—Pues sí. Las historias que has estado tejiendo desde que empezaron los encuentros. ¿Eso te suena, o necesitas un pequeño empujoncito para despertar ese cerebrito tuyo? —preguntó Raylen cortésmente, haciendo crujir sus nudillos, y los ojos de Marshall se abrieron de miedo.
Marshall negó con la cabeza vigorosamente, sin querer recibir más heridas, y tragó la sangre que se acumulaba en su boca. Realmente creía que Emily era una don nadie y no tenía ninguna importancia para el rey. Sus labios se movían, pero no salían palabras de su boca.