- ¿Está vivo? - Dijo una voz la cual yo oía distorsionada.
- Lo que está es dormido, ¿no ves que respira?
- Jooo... - Se desanimó la primera voz.
- Bueno, vamos a llevarlo a la aldea. - Cambió de tema una tercera voz más suave.
- Yo no voy a poder, es bastante grandote y mi espalda ya tiene una edad.
- Tampoco exageres, eh.
- ¡Shhh! Se está despertando, dejad un poco de espacio para que no se agobie - Dijo una cuarta persona que parecía joven.
Abrí los ojos con la esperanza de seguir con vida, y así era, mi corazón seguía latiendo con energía, me di cuenta de que no me encontraba en el vacío negro por el que estaba dando vueltas, estaba en una sabana de a saber dónde. Entendí que todo aquello fue un sueño desde el momento que el primer monstruo me devoró.
Alrededor mía había seis personas de piel oscura. Entre ellas había una niña pequeña, de cinco o seis años, ella era la que preguntó si me había muerto, tenía el pelo negro intenso, rizado y muy largo, lo recogía con dos trenzas que le llegaban hasta la cintura. Sus ojos eran negros también, como casi todos ahí. Ella se pasaba casi todo el tiempo sonriendo. Llevaba un vestido de color beige que lo sujetaba con una cuerda utilizándola de cinturón.
La segunda voz era la de una anciana de unos ochenta años para arriba. Tenía el pelo blanco y rizado, y la mitad estaba rapado. Su cara expresaba su vejez, al igual que la niña sus ojos eran negros, pero los suyos eran más almendrados. Su nariz era bastante ancha al igual que sus labios, un aspecto bastante característico de la gente de allí. Llevaba una especie de poncho que tapaba su cuerpo hasta las rodillas, aunque no llevaba la capucha. Para tapar las piernas llevaba una falda de color naranja pastel que le llegaba a los tobillos.
Un chaval de más o menos diecinueve años que estaba al lado de la anciana me tendió la mano. Me quedé embobado observando cada rasgo suyo: Tenía el pelo rizado, un poco largo y negro con algunas mechas coloradas que se camuflaban en su nuca y su flequillo. Sus ojos eran azules cielo a diferencia de todos allí. Su nariz era ancha y en sus mejillas se distinguían, aunque había que fijarse, unas pecas un poco más oscuras que su piel. Iba desnudo de cintura para arriba, entre sus pectorales se había dibujado una línea blanca hasta los abdominales. Llevaba como pendiente en la oreja izquierda un colmillo, un colgante del que colgaba una caracola gris del tamaño del puño de un niño y unos brazaletes de cuero. Llevaba unos pantalones sueltos de tela fina de color burdeos los cuales sujetaba con una cuerda de las que colgaban plumas grises, blancas y marrones.
También había una chica de quince años que tenía el pelo bastante corto, más que el chico, rizado como todos y negro. Llevaba una camiseta de tirantes que le estaba un poco grande y unos pantalones gigantes largos de tela fina que rozaban el suelo, al igual que todos iba descalza. Llevaba un piercing en la nariz de madera tallada en forma de aro.
En quinto lugar había otra chica de unos diecisiete años, de pelo moreno con las puntas azules marino, eran rastas que llegaban hasta un poco más de los hombros. Tenía los ojos negros y sus labios eran finos. Llevaba una especie de top blanco que no tenía mangas y tenía pintado un estampado de flores negras de pétalos puntiagudos y unos pantalones cortos sueltos azules marino de tela firme. No llevaba nada que cubriese sus pies, pero unas vendas tapaban sus rodillas hasta casi los tobillos.
Por último había un chico de un año o dos más mayor que la chica anterior, con el pelo a lo tomboy, rizado y negro. Llevaba una camiseta ancha y oscura, iba muy encorvado pero no parecía triste. Sus pantalones eran abombados y de color gris claro, resaltando más que la camiseta. Llevaba un collar que compartía con el primer chico: una caracola gris del mismo tamaño del puño de un niño.
El chico que me tendió la mano seguía esperando mi respuesta, aunque todos me miraban con desconfianza por ser desconocido, llevar ropa no típica de allí y tener la piel blanca, de hecho mi piel era muy pálida. Cuando fui a darle la mano la anciana interrumpió:
- ¡No lo toques! - Le dijo dándole un manotazo - Te puede contagiar de algo, a saber por qué tiene la piel así...
La chica de quince años la ignoró y empezó a hablarme.
- Ho-la, tú enten-der mi i-di-o-ma?
- Ehh... Sí, te entiendo perfectamente. - Le respondí con un tono impactado.
- ¿Ves? No es ofensivo.
Volvió a tenderme la mano, está vez no me lo pensé y se la di, cuando me levanté nos quedamos unos minutos mirándonos. Por alguna extraña razón (quizá no tan extraña) mi mirada no dejaba de irse automáticamente a sus labios, también me costaba mucho mirarle a sus ojos, en fin, mi mirada se estaba volviendo loca. Pero él se dio cuenta de que todos estaban mirando y soltó rápidamente mi mano.
-Bueno, - carraspeó - Soy Yawara, que significa paz y luz, - se detuvo un momento avergonzado - Ay, madre no sé por qué he dicho eso. En fin, la chica que te ha hablado antes es Johari, la niña es Sali, esa anciana tan amable es Ashanti, ese otro chaval con el que llevo colgantes a juego es Tau y la chica que es tan callada es Nayah. ¿Te has quedado con los nombres?
- Me los iré aprendiendo, yo me llamo Ivar.
- Pero vamos a ver Yawara, ¿Quién te ha dicho que se vaya a quedar con nosotros?
- Desde luego tú no - resopló el chaval.
- Puede ser un demonio, o una imaginación, o un espía. No nos podemos fiar de él. Ni siquiera sabemos de dónde viene ni cómo ha llegado hasta aquí.
- Ni yo mismo sé cómo he llegado - me excusé encogiéndome de hombros.
- Cuéntanos tu historia- dijo por primera vez Tau, que resultó tener una voz más femenina de lo que aparentaba.
Todos me miraron expectantes esperando que empezase a relatar, incluso Ashanti. No me quedó más remedio que contar mi historia.
Cuando acabé la mayoría se quedaron con cara de solo haber entendido la mitad. Sali se quedó aterrorizada con la descripción del monstruo, Nayah, aunque no dijo nada también se quedó un poco traumatizada. Ashanti me miró diciendo con la mirada: "esto no tiene ni pies ni cabeza" . Yo tampoco entendí mucho de lo que dije.
- Yo voto por llevarlo a la aldea ante Hakim para que se quede con nosotros - Propuso Johari.
- Yo también.
- Y yo. - Siguió Sali bastante animada.
- Y yo
- Me apunto
- Yo también - dijo por primera vez Nayah.
- Me tendré que apuntar yo también, se trata de mí, ¿no?
Todos miramos a Ashanti, estaba un poco apartada del grupo clavando su mirada en nosotros.
- No me queda otra opción, ¿Verdad?
-De hecho no. - Añadí sonriente.
- Venga va, pero a ver cómo se toma Hakim esto.
Pusimos rumbo hasta la aldea, me dijeron que se trataba de un viaje de casi cinco horas, tiempo de sobra como para conocer a todo el grupo y en especial a Yawara, quien aún no he podido despegar mi mirada de él.