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Como si decir esas palabras vacías pudiera propinarle un duro golpe a Su Bei. Lu Heting fulminó con la mirada a Zhang Baozhen, pero Zhang Baozhen permaneció imperturbable. Continuó —¿Crees que puedes amarla para siempre solo porque la amas ahora? Los hombres son solo animales que aman lo nuevo y odian lo viejo. ¡Son bestias que están controladas por su parte inferior!
—Lo haré —dijo Lu Heting con calma—. Su voz era fuerte y magnética —No juzgues a todos con tu mente estrecha.
Su Bei escuchó sus palabras y su corazón se inundó de calidez. Era dulce, pero no podía corresponder a sus sentimientos.
Lu Heting abrazó a Su Bei y susurró —Volvamos.
Su Bei y Lu Heting se dieron la vuelta y se fueron.
La dignidad, el orgullo y la juventud de Zhang Baozhen habían sido arrebatados. Se sentó en el suelo, ya no pareciendo una dama noble.