James apartó su mano del agarre de Cornelia.
—Gracias por curarme, Cora. —Ese dolor agudo ayudó un poco, pero ahora que se había ido, no había nada que le distrajera de la necesidad palpitante en su área de la entrepierna—. Si no te importa abrir la puerta, necesito poner algo de distancia entre nosotros. —Quería levantarse, pero sabía que sería en vano hasta que ella quitara la restricción plateada.
—¿Por qué? —preguntó ella.
—Porque estar tan cerca de ti es tortuoso. No quiero hacer algo que vayas a odiar. —Cornelia entró en pánico cuando se dio cuenta de que James quería irse. Agarró su mano—. Ya dije que no te odiaré, ni a las cosas que hagas conmigo.
James miró sus manos sosteniendo la suya, las fantásticas chispas de su vínculo deberían ser lo mejor del mundo, pero ahora lo atormentaban porque no podía actuar según esa necesidad primordial de reclamar a su compañera.
¿Ella sabía cuánto él sufría justo en ese momento?