Era tarde en la noche, casi mañana, cuando Lily finalmente se removió de un sueño intranquilo. Sus ojos aún estaban hinchados por su anterior llanto, y un dolor sordo se asentó en su pecho mientras parpadeaba contra la tenue luz que se filtraba a través de las cortinas. Instintivamente, alcanzó su teléfono para comprobar la hora, pero su mano solo encontró sábanas vacías. Su teléfono estaba perdido—dejado atrás donde su madre lo había arrojado, en el caos de la tarde. La idea de buscarlo se sentía como una tarea monumental; no podía reunir la energía para preocuparse por él ahora mismo.