—¿Cuál es la demora? —preguntó Emma, su voz teñida de impaciencia mientras miraba alrededor de la oficina de asuntos civiles. La habitación se sentía sofocante, no por su tamaño, sino por el peso de lo que estaban a punto de hacer, o al menos, lo que se suponía que debían hacer. Habían estado esperando mucho más tiempo del que ella había esperado. Primero, el personal había quedado totalmente sin palabras, boquiabiertos ante el hecho de que su príncipe—su Príncipe Rafe—se casaba en secreto, sin la gran pompa que todos sin duda esperaban. Parecían tan atónitos que ni siquiera podían manejar una respuesta adecuada.