—Emma, ¿por fin despertaste? —Seb sonrió al entrar en la habitación del hospital.
Con una sonrisa rápida, examinó su pálido rostro, su cabeza envuelta en gruesos vendajes. Al menos, la hinchazón había disminuido considerablemente.
Emma miró al hombre y las flores en su mano. A pesar del dolor y la fatiga que parecían azotarla, logró una pequeña sonrisa para él. —Hola, ¿cómo estás?
Seb se rió mientras colocaba el ramo pequeño de flores sobre la mesa y respondió, —Diría que debiera ser yo quien haga esa pregunta. ¿Cómo te sientes?
—¿Honestamente? Como si me hubiera atropellado un camión —respondió Emma con ironía.
Seb se rió de eso. Era bueno tener humor en situaciones como esta. Aún sonriendo, bromeó, —¡Señorita Emma! No estás lejos de la realidad en lo que sientes.