"(Desde la perspectiva de Azul)
—El tiempo es agradable —dijo Perita—. Perfecto para golpear a alguien.
—¡Tan infantil! —me reí—. ¿Por qué golpearías a alguien?
—¡Los sacerdotes me molestan! —masculló y me ofreció su mano para subir al carruaje.
Íbamos al templo por la mañana. Abel también iba con nosotros ya que Dem no me dejaría ir sin al menos uno de sus caballeros conmigo. Era por sus inseguridades, pero yo aceptaba lo que él quisiera ya que no me causaba ningún problema hacerlo.
Abel cerró la puerta del carruaje. Miré por la ventana a los caballeros que iban con nosotros. A diferencia de lo que decía Dem, no iban encubiertos en absoluto. Más bien, al menos cincuenta caballeros iban a caballo alrededor del carruaje.
—Y yo me preguntaba por qué me dejaba ir... —suspiré.
—¿Por qué no nos vamos? —Perita murmuró, mirando por la ventana con impaciencia—. Han pasado cinco minutos desde que entramos. ¿Por qué están...? Ah, por eso...