—Es bueno verte en tu forma real después de tantos años —comentó Drayce, mirando a su amigo medio desnudo, cuya cara estaba parcialmente cubierta de escamas de oro con un ojo brillando rojo—. Debo decir que me gusta más así.
Arlan soltó una carcajada. —Porque no te asusta como lo haría con los humanos. Tuve suerte de que mis padres no se asustaron cuando nací y no me abandonaron, pensando que era un monstruo.
—Eres bendecido por tener tales padres —comentó Drayce—. Hizo un gesto hacia una esquina en ese espacio abierto. —Hemos preparado lo necesario para que prepares una comida para tu compañera. Una vez que despierte, todo lo que querrá será comer.
—Gracias —respondió Arlan, mirando los ingredientes y utensilios dispuestos. Solo necesitaba cocinar.
Xyron le entregó una espada, que había estado sosteniendo desde que Oriana se desmayó. —Esta pertenece a la Princesa.