—Bajo el mando de mi poder, de todos modos no puedes moverte. Así que, mejor sé obediente.
—¿Qué me has hecho? ¿Por qué no puedo moverme? —preguntó mientras lo veía acercarse al final de la cama.
—Soy el gobernante de este reino, y todos los demonios aquí están obligados a seguir mi comando, les guste o no. Y tú, querida, eres una demonio que pertenece al Reino Demonio y está obligada a someterte a mí.
—Maldita sea —Oriana maldecía entre dientes—, Pero yo soy la princesa, ¿no? Esta demonio, ¿por qué no apareces ahora que te necesito? Haz algo, ayúdame a patearle el trasero. Oriana lo intentó una y otra vez, pero nada funcionó, y para entonces, el demonio ya estaba más cerca de ella.
—¿Soy la princesa de este Reino Demonio? ¿No es así? ¿Cómo puedes insultarme de esta manera?