Al día siguiente, Oriana y Arlan se prepararon para partir hacia el salón del consejo. Mientras se alistaban, sus sirvientes sacaron batas hechas de seda y finos hilos de oro. Ambos tenían que usarlas.
—¿Tengo que llevar esto también? —preguntó Oriana.
Evanthe, que estaba presente, la informó —es una señal de bendición de todos los sobrenaturales en este reino. Y está hecha de oro porque tu compañero es un dragón dorado.
—Es hermoso —dijo Oriana, admirando la bata. Evanthe la ayudó a ponérsela, con sus largas mangas cayendo elegantemente. La bata permanecía abierta al frente, revelando el hermoso vestido que llevaba debajo. El dobladillo inferior de la bata era largo, rozando el suelo mientras se movía, dándole una apariencia real.
Justo entonces, alguien entró en la cámara. Oriana vio al recién llegado a través del espejo y casi saltó de felicidad. Se giró —¡Seren!