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—Joven señorita, por favor síganos adentro —dijo una vendedora a Rina, quien todavía tenía su mirada fija en Erin.
Rina se preguntaba si algún día podría ser como esta mujer. Era hermosa, segura de sí misma y aterradora al mismo tiempo.
—Muchas gracias... —Rina recordó cómo la vendedora le había hablado—. ...Señora Erin.
—Elige todo lo que quieras, pero solo si te gusta —dijo Erin—. Aunque esta tienda es exuberante, no todo aquí es tan bueno. Siempre puedes ir a otra tienda.
Rina asintió.
—Señora Erin, ¿podría ayudarme? Nunca he comprado ropa como esta antes, y estoy segura de que mi hermano tampoco tiene idea de qué comprar para mí. Pero solo si tiene tiempo ¿verdad?
—El tiempo es lo que estoy tratando de pasar, por eso terminé viniendo a esta tienda —suspiró Erin—. Está bien, veamos qué te queda bien a una dulce niñita como tú.
Rina finalmente sonrió, toda la tristeza que sintió por las palabras hirientes de la vendedora había desaparecido.