La corte real estaba en un alboroto. Los ministros que siempre se habían aliado con Luis estaban al tanto de sus tratos con las familias Rainiar y Wynter, pero no tenían ni idea de su involucración en el asesinato de la Reina. El pensamiento de estar asociados con Luis, especialmente si todas las acusaciones resultaban ser ciertas, les hacía sudar las manos.
—No sé de qué está hablando, Príncipe Arlan. No acepto estas acusaciones —rugió Luis con ira—. No sé quién es esta mujer Edna. No intentes echarme la culpa a mí solo para librar a la familia de tu esposa de ser traidores.
—Este mago nos dirá todo, no te preocupes —dijo Arlan.
—Este mago, incluso si lo conozco, está mintiendo. Lo que sea que te haya dicho es un intento de incriminarme —la voz de Luis se volvió más enojada.