Oriana se sentó en el sofá junto a Arlan, con una expresión de incertidumbre persistente.
—¿Cómo te sientes ahora, Oriana? —preguntó Evanthe con una sonrisa cálida—. ¿O debería empezar a dirigirme a ti como mi reina ahora?
Oriana miró a la elegante mujer frente a ella, la Reina de las brujas, y no pudo evitar contemplar el inmenso poder que debía poseer.
—Por favor, llámame solo por mi nombre, Señora Evanthe —respondió Oriana suavemente—. No estoy preparada para asumir el título de Reina de las brujas todavía.
Evanthe asintió comprensivamente, su sonrisa inquebrantable. —Como desees. Entonces, ¿cómo te sientes?
—Mucho mejor. No hay necesidad de más tratamiento —replicó Oriana, insinuando sutilmente su deseo de soledad. No quería involucrar a otros en sus asuntos y no tenía interés en profundizar en el mundo de los sobrenaturales.