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La carroza de Oriana se detuvo frente al palacio adyacente al Palacio de Cardo, la residencia oficial de la Princesa heredera y futura reina del reino. Como siempre, Ana la acompañaba, y un grupo de caballeros seguía a la estela de su elegante carroza.
La llegada de la Princesa heredera fue anunciada de inmediato cuando su carroza se detuvo ante las puertas del palacio. Ana, siempre la compañera leal, asistió a Oriana mientras ella descendía. Los trabajadores del palacio que la rodeaban se quedaron en silencio, mostrando el debido respeto mientras ofrecían profundas reverencias a la Princesa heredera.
La mirada observadora de Oriana barrió a los trabajadores reunidos, pero ninguno de los rostros que buscaba podía encontrarse entre ellos. Decidida, procedió hacia el interior, guiada por un propósito interno.
Dentro de la mansión, un supervisor del palacio se acercó a Oriana y ofreció un saludo cortés. —Saludos, Su Alteza.