"El sol ya se había puesto para cuando Oriana terminó todas sus tareas asignadas. Regresó a su habitación para revisar el ramo de flores colgando por su ventana, dejadas a secar al aire. Tomaría al menos dos o tres días para que se secaran. Por el momento, solo podía trabajar en el broche de Yorian.
—Es tiempo de que me vaya.
Después de preguntarle a Damien sobre el paradero del príncipe, fue a ver a Arlan en su estudio.
—¿Qué te trae por aquí? —preguntó sin levantar la cabeza del documento que estaba leyendo.
—Su Alteza, pido su permiso para visitar al Príncipe Heredero de Abetha. Juro que regresaré tan pronto como sea posible.
Sin decir una palabra, Arlan dejó a un lado el pergamino en su mano y la miró fijamente. Había subestimado la terquedad de esta mujer. No podía comprender su sentido del deber como médica. En primer lugar, su lesión en la mano no era para nada amenazante para su vida. Dale unas pocas semanas, y el hueso roto sanaría por sí solo.