—Llévame Ezequiel… —ella se aferró a él con fuerza, sujetándose a él como si dejarlo ir la mataría mientras le suplicaba que la llevara con él—. No me dejes sola. Por favor…
Con ella sollozando y tratando de hablar al mismo tiempo, Alicia apenas podía respirar cuando él le sujetó la cara con sus manos y la hizo mirarlo. La manera tierna en que sostenía su cara, sus ojos profundos y oscuros solo le indicaban muy claramente lo que estaba a punto de decirle. Y su corazón sangraba incluso mientras sus ojos devoraban ávidamente la vista de su amada persona. Esa pequeña y suave sonrisa solo podía significar una cosa... que él iba a despedirse de ella.
—Alicia... Creo que ya estás embarazada de nuestro hijo —Ezequiel le dio la noticia tan suavemente como pudo.