—Lamento por todos los problemas —susurró ella, aunque un poco amargamente, sabiendo que él podía escuchar cada palabra a pesar de la velocidad a la que viajaban.
Él no dijo nada excepto darle un vistazo rápido. Y por primera vez, Alicia se alegró de que él eligiera no responder.
Cuando llegaron frente a una gran caverna, Alex ya estaba dentro mientras el resto esperaba fuera a que Zeke llegara antes de hacer cualquier cosa.
Alicia le permitió sostenerla mientras la bajaba al suelo mientras ella evaluaba su equilibrio incierto.
—Estoy estable ahora, gracias —agradeció cortésmente a Zeke. No dudó en aferrarse a su brazo, sabiendo que sería más un desastre vergonzoso si se soltaba tercamente y terminaba colapsando en un montón deshonroso sobre el suelo.
Zeke señaló a todos para entrar en la caverna y los tres vampiros obedecieron inmediatamente. La mirada de la vieja profetisa se quedó en Alicia por un momento.