Abi se sintió perdida en el placer. Era una sensación extraña, pero buena. Sentía cosquilleos desde los dedos de los pies hasta la cabeza. Él era tan grande que ella podía sentirlo todo dentro de ella. Apretó sus músculos allí abajo y sintió que Alex se quedaba quieto, sus ojos salvajes mostrándole que estaba casi al límite.
—No… no hagas eso, Abigail, o yo… —no pudo continuar porque ella lo hizo de nuevo y un gemido fue arrancado de él.
Alex se mordió los labios, entre dolor y placer. Cerró los ojos y respiró profundo, tratando de recuperar algo de cordura, y luego continuó la dulce tortura de entrar y salir, sin romper su barrera.
Ah... no podía creer que incluso esta tortura se sintiera tan bien para él, tan celestial, incluso solo besando su barrera así. Esto era tan diferente y, tal como lo había imaginado, ella sabía simplemente divino.