Thomas lloriqueó como un bebé cuando le golpeé la nariz. Rissa soltó un grito dramático mientras Christine me gritaba obscenidades y me lanzaba miradas asesinas. Pero no me importaba ninguno de ellos. Podían pudrirse en el inframundo, me daba igual. Cruzaron un límite cuando secuestraron a mis hijos.
—Eres una maldita malco_ —las palabras de Thomas fueron interrumpidas cuando Harald lo volteó y colocó su pierna sobre su garganta.
—Termina esa frase y te aplastaré la traquea —Harald clavó sus ojos en Thomas, que se había puesto pálido de miedo.
Rissa chilló mientras se lanzaba hacia adelante golpeando con sus pequeños puños a Harald, quien parecía aburrido. —¡Malditos monstruos! ¡Dejadlo ir, monstruos!
—¿Monstruos? —pregunté mirando a Rissa con incredulidad—. Me acerqué a ella y dio un paso atrás sin duda al ver el enojo en mi cara. —¿Acabas de llamarnos monstruos?
Rissa se mostró insegura ahora que sus ojos se movían nerviosamente. —Yo... um... no me refería a ti...