El dragón de roca, aunque gravemente herido, no había perecido.
Su resistencia era notable, con su carne y sangre dispersas buscando instintivamente refugio en las grietas de la tierra, un testimonio de su formidable vitalidad.
Tales criaturas poseían la notable capacidad de regenerarse, incluso de heridas graves.
Sin inmutarse, Braydon Neal observó los restos dispersos del dragón de roca con desinterés antes de partir rápidamente.
No tenía inclinación de eliminarlos completamente, reconociendo la futilidad de tal empeño en el presente.
Con los restos de la criatura ahora dispersos bajo tierra, su aniquilación completa requeriría una inversión significativa de tiempo y esfuerzo.
A pesar del reciente encuentro, la mente de Braydon estaba preocupada por su inminente avance.